martes, 15 de diciembre de 2009

OSCUROS INCIDENTES, OSCURAS VOCES




Para pensarlo. Tres incidentes, en un lapso mínimo de horas:

El jueves 10 de diciembre, Hugo Biolcati dice en un acto público que hay que “decapitar” al gobierno, en una metáfora sangrienta que a algunos nos dejó paralizados.

El mismo jueves el matutino La Nación había publicado un escandaloso articulo de Abel Posse -flamante Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires- que tiene más de manifiesto fascista que de texto periodístico. Posse, sin ningún escrúpulo, hace publico su ideario antidemocratico horas antes de asumir, para que no queden dudas de quien es quien. Posse es Maurizio. Maurizio es Macri. Say no more.

El viernes 11 de diciembre, los sistemas de comunicación del helicóptero presidencial reciben una interferencia con una amenaza de muerte a la presidente (“matar a la yegua“), entre sones de reminiscencia dictatorial, en el mismo momento en que se iniciaba el juicio a los represores de la ESMA.

¿Aciaga coincidencia? Me gustaría pensarlo así, pero tenemos que admitir que hay algo más que coincidencias entre esos incidentes. Hay conexiones. En casi tres décadas de democracia no se dieron -salvo en el gobierno de Alfonsín- tan abiertas manifestaciones de este tipo. ¿Qué pasa hoy que estas voces antes acalladas ahora desafían desde la palabra publica y desde la amenaza abierta? ¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado en los valores de esta sociedad para que hoy existan lugares no democráticos de opinión que generan adhesión de una parte -mucha o poca- de la ciudadanía?.

Hoy es el momento que estas voces atroces -que siempre ha habido- encuentran nichos ideológicos antidemocráticos en donde refugiarse, en donde expandirse con ese insolente eco de libertad de los impunes. Nos guste o no reconocerlo, se ha abierto un espacio en la ciudadanía que los cobija y los alienta.

Se dice lo que “alguien” quiere escuchar. En la Argentina de hoy se ha reinstaurado una corriente de opinión de matriz conservadora, inscripta en una línea de tradiciones no democráticas; tradiciones que priorizan los valores del Orden y la Seguridad por encima de los valores que fundan las democracias de las sociedades modernas (Igualdad, Justicia, Libertad).

Además de los mencionados incidentes, se suman las retóricas de los tinellis, las susanas y mirtas, que azuzan el miedo, proclaman malestares y anuncian precipicios.

Crece el rechazo a las políticas de Derechos Humanos, crece el odio a los pobres, los cuestionamientos a las políticas de compensación hacia los excluidos, el desprecio por el Estado y sus políticas de equidad.

Los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner pueden ser cualquier cosa, - y mucho habrá para decir- pero hay un hecho indiscutible: han subordinado bajo la autoridad del Estado a los poderes históricos que condicionaban la democracia en Argentina.
El poder Militar, con la derogación de las leyes de la impunidad y el procesamiento a los genocidas, desde una política sin concesiones en materia de Derechos Humanos y de reivindicación de la memoria.
El Poder Económico, con la reestatización de empresas fundamentales del Estado, como pueden ser las AFJPs y Aerolineas, en el marco de una política intervencionista en lo económico.
El Poder Mediático, con la sanción de una moderna Ley de Servicios Audiovisuales y el contrato con la AFA para la televisación de eventos deportivos.
El Poder Eclesial, mediante leyes como las de Salud Reproductiva, o la ley de Educación Sexual, que promueven una política pluralista en la materia.
El Poder Agromediático, mediante la intervención en la fijación de retenciones a las exportaciones, que limitan las utilidades del sector, con el fin de proteger el mercado interno y generar recursos para la inversión social.

Era demasiado como para que no reaccionaran. Poderosos intereses han sido afectados desde las políticas vigentes. Hay mucho enojo, “crispación”, odio político, desde sectores que estuvieron siempre cuidados entre algodones. Demasiado.

La pregunta es hasta cuando habrá resto para resistir los embates de estos profetas del infierno, que aun no aterrizan en el suelo de una sociedad abierta y pluralista. Lamentablemente, una oposición irresponsable presta oídos y discursos a esa voces atronadoras. Está en nosotros el saber distinguir entre las escaramuzas de la lucha política entre adversarios y la amenaza a aquellos estandartes que nos sostienen como sociedad libre, plural y en busca de justicia. Los cantos de sirena de quienes pregonan el Orden y la Seguridad como únicos valores, no pueden alejarnos de nuestras conquistas democráticas, que con muchas vidas la hemos pagado.

domingo, 18 de octubre de 2009

TODAS LAS HOJAS SON DEL VIENTO. CARTA A LA MADRE. Salvatore Quasimodo, 1901 - 1968






La mejor carta a la madre, Salvatore Quasimodo. Versión bilingüe.






LETTERA ALLA MADRE


«Mater dolcissima, ora scendono le nebbie,
il Naviglio urta confusamente sulle dighe,
gli alberi si gonfiano d'acqua, bruciano di neve;
non sono triste nel Nord: non sono
in pace con me, ma non aspetto
perdono da nessuno, molti mi devono lacrime
da uomo a uomo. So che non stai bene, che vivi
come tutte le madri dei poeti, povera
e giusta nella misura d'amore
per i figli lontani. Oggi sono io
che ti scrivo.» - Finalmente, dirai, due parole
di quel ragazzo che fuggì di notte con un mantello corto
e alcuni versi in tasca. Povero, così pronto di cuore
lo uccideranno un giorno in qualche luogo. -
«Certo, ricordo, fu da quel grigio scalo
di treni lenti che portavano mandorle e arance,
alla foce dell'Imera, il fiume pieno di gazze,
di sale, d'eucalyptus. Ma ora ti ringrazio,
questo voglio, dell'ironia che hai messo
sul mio labbro, mite come la tua.
Quel sorriso m'ha salvato da pianti e da dolori.
E non importa se ora ho qualche lacrima per te,
per tutti quelli che come te aspettano,
e non sanno che cosa. Ah, gentile morte,
non toccare l'orologio in cucina che batte sopra il muro
tutta la mia infanzia è passata sullo smalto
del suo quadrante, su quei fiori dipinti:
non toccare le mani, il cuore dei vecchi.
Ma forse qualcuno risponde? O morte di pietà,
morte di pudore. Addio, cara, addio, mia dolcissima mater.»



CARTA A LA MADRE

« MATTER dulcíssima, desciende la niebla,
el Naviglio choca confusamente con los muelles,
los árboles se hinchan de agua, arden de nieve;
no estoy triste en el Norte: no estoy
en paz conmigo mismo, mas no aguardo
perdón de nadie, muchos me deben lágrimas
de hombre a hombre. Sé que no estás bien, que vives,
como todas las madres de los poetas, pobre
y con escasa provisión de amor
a causa de los hijos lejanos. Hoy soy yo
quien te escribe.» Por fin - dirás - un par de líneas
de aquel muchacho que huyó de noche con una capa corta corta
y algunos versos en el bolsillo. Pobre, tan impulsivo,
lo matarán un día en algún sitio.
« Claro, lo recuerdo, fue en aquel muelle gris
de trenes lentos que llevaban almendras y naranjas
a la desembocadura del Imera, el río de las urracas,
de sal, de eucaliptos. Mas ahora te agradezco,
deseo hacerlo, la ironía que has puesto
en mis labios, apacible como la tuya.
Esa sonrisa me ha salvado de llantos y dolores.
Y no importa si ahora vierto alguna lágrima por ti,
por todos aquellos que como tú esperan
y no saben qué. Ah, amable muerte,
no toques el reloj que late en la pared de la cocina,
toda mi infancia pasó sobre el esmalte
de su cuadrante, sobre aquellas flores pintadas:
no toques las manos, el corazón de los viejos.
¿Pero acaso alguien responde? Oh muerte de piedad,
muerte de pudor. Adiós, querida, adiós, mi dulcíssima mater »



sábado, 17 de octubre de 2009

UNA ANTOLOGIA FRUSTRADA. LUGARES COMUNES, FRASES HECHAS Y CLISES DEL DISCURSO DOMINANTE.


Alguna vez he escuchado a Alejandro Dolina hablar acerca de la “pereza mental”. Esta idea tiene que ver con la recurrente apelación a los lugares comunes, para no pensar, para resolver una exigencia desde un repertorio preestablecido de ideas y palabras, que nos eximen del esfuerzo de pensar las propias. Me ha parecido un concepto interesante y me he propuesto avanzar en esa dirección.
Los lugares comunes, las frases hechas, los clisés del discurso dominante, son espacios de sentido, en los que nos sentimos cómodos porque hay algo que está resuelto con eficacia desde un lugar que no es el nuestro. Al mismo tiempo nos pone en la luz de un pensamiento claro, irrefutable, de ilusoria evidencia. Porque hay un campo de sentido que está ya siempre construido y apropiado por una recurrencia que instituye su validez. Y ese lugar nos deleita porque nos sentimos luminosos, brillantes, traspasados por un rayo de luz y de verdad. Podemos ser reconocidos como hombres claros. La inteligencia fácil se enseñorea en nosotros.
Pensar desde un lugar propio, es incómodo.
Pensar desde un lugar propio nos vuelve oscuros, herméticos, nos pone en entredicho.
Pensar desde un lugar propio nos vuelve sospechosos. Es un sitio del que preferimos huir. Además su estancia es laboriosa y comprometedora. Nadie quiere quedar ahí, porque se huele la pólvora del peligro.
En los lugares comunes, en cambio, el discurso dominante habla en nosotros y al hablar nos consagra. Tienen un oscuro poder para inmovilizar nuestros pensamientos y asimilarlos a las facciones ideológicas dominantes.
Hasta este momento tenía la tentación de escribir una “Antología de lugares comunes”, para un uso didáctico, una especie de listado de prohibiciones. He comprendido que mi propósito era inútil, porque ya él mismo era un lugar común. Porque otros habían trillado ese camino, seguramente con mayor éxito. Flaubert ha escrito su “Diccionario de lugares comunes” y León Bloy, nada menos que la “Exégesis de lugares comunes”. Textos que, por cierto, cumplen engañosamente esa función didáctica que yo me había propuesto y, por lo tanto, cumplen con la función esencial de los lugares comunes: ahorrarnos el trabajo de pensar.
Menos reflexivo, pero acaso más insolente y provocador, me parece el libro de relatos breves “El revés de los refranes” de Isidoro Blainsten, el que al menos se burla de ellos por partida doble (el derecho y el “revés”), quizás con la intención ilusoria de conjurar su poder dictatorial sobre nuestra palabra. No deja de ser una hazaña quijotesca, para una vez más hablar con el eco de una frase hecha.
He empezado hablando de Alejandro Dolina. También ahí estoy en un lugar común. El pensamiento libre cede su afán de crítica a favor de los intereses de no se sabe quien, que habla en nosotros. No hay con que darles. Es imposible salir de ellos. Nos tienen de rehenes.
Son cazadores de voces que nos encierran en sus trampas.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

UN UNIVERSO “REDONDO” . EL "INDIO" SOLARI EN SALTA


Como aquel navegante genovés en el siglo quince, todavía algunos profetizan un mundo “redondo”. No por la forma de la tierra, sino por una visión estética de las cosas y por una manera de ser y de estar en esta vida.
Hablo de los seguidores del “Indio” Solari. De “los redondos”, como corriente estética y cultural.
He participado del concierto de este diecinueve de septiembre, en los pagos del Cuchi Leguizamn y de Manuel J. Castilla. No menos asombro que desconcierto despiertan las connotaciones de ese “mundo redondo” que he podido observar , extraño universo cuya redondez de orden metafísico y simbólico, nos envuelve.
Treinta mil personas en un estadio de provincia. Peregrinaciones interminables desde cuatro puntos cardinales. Ritos y liturgias que se tejen entre los participantes, se despliegan raudos en las inmediaciones, en una apropiación del espacio público por la que se instala ese “mundo redondo”, como una construcción de sentido desde banderas y pancartas que inscriben “la letra” en el entorno. Banderas que celebran el espesor simbólico de algunas expresiones brillantes de los temas. Libaciones y cánticos dionisíacos. Euforia y desenfreno, “hybris”, soberbio desafío a los dioses del olimpo.
¿Qué es el “mundo redondo” ? ¿Qué es lo que hace que treinta mil personas se congreguen en un estadio de futbol a escuchar a un juglar del siglo veintiuno? ¿Quiénes y por qué son llamados a ser parte de una fiesta de características tan propias? ¿de dónde viene ese llamado remoto?
Lejos de tener respuestas a estas incertidumbres, apenas me asisten algunas impresiones que voy a intentar desplegar en esta página.
Creo que el mundo redondo está edificado sobre una “liturgia de la palabra” -con todo respeto, si se me permite esta expresión-, que se vuelve “misa ricotera“. Un mundo cuyo sentido se edifica sobre la base de las “letras” de Solari. De lo que la palabra genera como posibilidad de “innovación semántica” , mediante tropos y tramas narrativas, para usar categorías de Ricoeur, que remiten a un sentido emergente en donde descubrirse. Creo que hay en los temas un fondo de sentido antes no instalado, que invade el corazón de un público de características muy particulares. Esas letras promueven un sentido rupturista. Un sentido que orienta modos de estar en la realidad bajo el desafío de las convenciones. Letras en las que una generación desencontrada se descubre a sí misma, sufriente y desolada. Letras que pueden dar sentido y cohesión a una vida hecha de exclusiones, fragmentaciones y desencuentros. Tropos y narrativas configuradores de una identidad generacional, crean ese mundo redondo cuya entidad se incrusta en una bandera que reza:
“Mi reino es de este mundo, redondo y de ricota“.
Fundación de un mundo desde la ficción de la música, en el que miles de jóvenes -y de no tan jóvenes- se encuentran y reconocen, sorprendidos de verse en un “quien” que tiene palabra, y al que asumen como propio.
Por eso la palabra de Solari es la palabra de muchos.
Porque hay un público de historias irresueltas que ha recibido el mensaje primordial de Los Redondos desde una clave que quizás el mismo Solari no había pensado. A este “público respetable ” lo integran quienes crecieron con Videla y sin poder, para decirlo con Charly. Quienes irrumpieron en su adolescencia durante los noventa y los primeros años de este siglo, con las turbulencias y desencuentros que todavía nos desgarran. Tipos que hoy tienen entre veinte y treinta y cinco años de frustraciones y desencantos. Tipos que a la sazón arribaron a un mundo que les negó no solo un espacio social de inserción; les negó, además, cualquier espacio de reconocimiento. Muchos de ellos son los que quedaron “colgados” en los noventa. En las márgenes, en esa grieta insalvable entre un Estado ausente y un mercado despiadado, sin proyecto propio, estos sujetos vieron atónitos desfilar las fieras del liberalismo por la alfombra roja, entre “lujo” y “vulgaridad”.
Las narrativas y tropos ricoteros les dieron ese espacio que la sociedad les había negado. Desde allí, desde esas letras, se reencontraron con un quien que tiene un lugar a donde decirse. Por eso Solari está signado desde su pasado “redondo”, marca a fuego que nunca podrá borrar. Seguirá haciendo nuevas canciones, pero su público pide que hable desde aquellas voces. El Indio es hoy lo que supo dar en esos tiempos.
Seguramente no todos sus seguidores son sujetos de este palo. Otros habrá que, desde lugares diferentes, descubren otras significaciones. Creo, sin embargo, que las aguas bajan de esa quebrada fuente.
Para cerrar esta página, no me resta sino decir que Los Redondos y Solari hicieron una música que perdura en el tiempo y que se propaga en forma discontinua y selectiva, espasmódica y desbordante, porque todavía funciona como espejo y como insignia, como una promesa de amor en el desierto. Será por eso que convoca sin anuncios, que embelesa sin claudicaciones.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

LA SILLA VACIA









Voy a hablar de una silla vacía. Una silla de la que, por distintas razones, han huido todos, seducidos por dios o por el diablo. Puede ser una banca en el Congreso. Puede ser la butaca de un invitado ausente en un programa de actualidad. Puede ser un claro entre los cuerpos apiñados de un piquete. Es nada más que eso: un sitio abandonado, por incómodo o por lejano. Un silencio abrupto entre fogonazos de "información". Un tartamudeo en la palabra pública.
Una silla abandonada es el lugar de un discurso borrado con el codo. Un discurso que ha sido secuestrado por las voces hegemónicas del poder y de la iracunda oposición a ese poder.
Hablo de un discurso que ha tenido su lugar, el emplazamiento de su silla, en lo que en otro tiempo se ha llamado el "progresismo" y que ha sido fagocitado desde uno u otro polo de los discursos hegemónicos.
Hoy por hoy tenemos, por un lado, un oficialismo castigado, con un discurso conciso, fuerte, confrontador; que reivindica banderas que luego no se ven en sus balcones. Por otro, la oposición conservadora, que ha revisitado el discurso ultraliberal de los 90. Que descalifica -de plano y a cualquier costo- toda iniciativa que se asuma desde el gobierno, porque "está todo mal" y porque "cuanto peor, mejor", para que se vayan pronto. Que se inscribe en la plataforma de un discurso único, que aplana sin concesiones toda diferencia de matices.
Las voces que otro tiempo resonaban en ese hueco del discurso, en aras de pelear la penumbra de un rincón en la palestra de los medios, hoy se han apoltronado -casi sin quererlo, casi sin saberlo- en el canto de sirenas de una restauración conservadora, no menos anacrónica que impaciente. Con la intención de pegar fuerte, sus trasnochados paladines terminan disparando desde la misma trinchera. Los extremos se tocan. Reivindican las mismas banderas, utilizan el mismo lenguaje e, inclusive, suman sus cuerpos en los epacios tomados. Su fuerza resulta tributaria del tonito de patrón de estancia que resuena a la vera de las rutas y en los medios monopólicos.
La silla vacía, el discurso ausente, es aquel que debiera incrustarse entre el discurso del gobierno y lo que éste "deja de hacer", entre los intenciones políticas y la ausencia de mediaciones para materializar esos propósitos. Un discurso que fije la mira, no ya en las bofeteadas acciones de un poder en jaque, sino en la articulación de esas acciones con el sentido que se declama a través de la palabra.
Este discurso es el que extrañamos quienes estamos en el medio del fuego cruzado y no compartimos las trincheras; quienes, sin un rechazo de raíz a los lineamientos de las políticas vigentes, observamos atónitos profundas torpezas en sus modos de realización. Se trata de un discurso que, a diferencia de los conservadores, renuncia a tirar por tierra la política de retenciones, la reestatización de las empresas publicas, o la ley de servicios audiovisuales, en un todo; pero que, a diferencia de los obsecuentes de turno, exige que se constituyan en verdaderos instrumentos de la redistribución del ingreso, que ayuden a la construcción de una sociedad de iguales, que, en suma, sean acciones funcionales a ideales que resuenan en los discursos oficiales.
En el estruendoso fragor de una guerra sin cuartel, nos han dejado sin palabra. Algunos argentinos estamos más allá de la voz atronadora de un De Angelis, y al, mismo tiempo, más acá del grito desafiante de las huestes K.
Algunos argentinos estamos perdidos y desorientados en ese enorme pozo de silencio al que nos han confinado los dueños de la contienda.
Algunos esperamos desde ese silencio que alguien retorne a la silla abandonada y nos devuelva el discurso borrado con el codo.


* * *

viernes, 17 de julio de 2009

EL DIALOGO: UNA CAMPANA DE CRISTAL



Desde el día de ayer el gobierno K abrió las puertas de sus despachos e invitó a un “banquete” político para dialogar con todas las fuerza políticas y sociales que representan a los argentinos. La mayor parte de los actores aceptaron y valoraron el convite. Algunos, sin embargo, prefirieron la ñata contra el vidrio y seguir un discurso rupturista.
Más allá de toda intención política, el diálogo es el espacio simbólico que ha encontrado nuestra cultura como refugio ante aquellas fuerzas desestabilizantes para la integridad de lo social, es la campana de cristal que nos protege de la tempestad. Los que miran desde afuera, los que rechazan el convite, no solo desconfian del poder, sino que han perdido la confianza en ese espacio sagrado.
La civilización occidental -desde los tiempos de la antigua Grecia, según nos enseñan Sócrates y Platón; hasta la modernidad, conforme a las lecciones de Profesor Kant, los iluministas y, más cerca nuestro, los teóricos de la ética del discurso - ha instituido el dialogo racional como un principio normativo y procedimental, que se contrapone a las acciones de carácter instrumental-estratégico, aquellas acciones cuyo único propósito es el éxito en los propios fines, por fuera de todo interés de entendimiento.
Ese principio, mal o bien, es el que ha permitido a las democracias modernas instalarse por sobre la voracidad de totalitarismos y dictaduras, y desplegar una lógica del poder basado en el entendimiento por sobre la fuerza. En un slogan bastante remanido por neo-iluministas es la fuerza de la razón por sobre la razón de la fuerza.
El diálogo es una invitación a razonar y decidir en plural, es una llamada a poner en una balanza un conjunto de “argumentos”, bajo condición de estar dispuestos a aceptar el más consistente y asumir por parte de todos los involucrados la co-responsabilidad en su realización.
A nivel político el diálogo es una herramienta que posibilita la construcción de acuerdos para el logro de acciones que faciliten la concreción del interés común.
No podemos, sin embargo, olvidar que en lo político alguien ejerce el poder desde una base institucional-dialógica que lo legitima e instituye. Quien ejerce el poder es quien está facultado institucionalmente para asumir la iniciativa a conformar una comunidad dialógica. Esa iniciativa implica una base de presupuestos y contenidos, que en su forma y en su fondo son discutibles, revisables, susceptibles de crítica, pero sobre el supuesto de “entrar” previamente en el juego dialógico. Discutir una agenda es ya haber entrado en el diálogo, siempre que esa discusión se base en la intención de la construcción dialógica de la acción.
Pero cuestionar sin discutir, descalificar sin asumir el compromiso y la responsabilidad de ser parte, es exponer una razón desde fuera del cerco de lo racional, es como entrar y salir del río sin querer mojarse los pies.
Diálogo es co-responsabilidad, es construcción compartida, confrontación de razones desde la apertura a la persuasión, entendimiento en la diferencia. Entrar en las aguas del diálogo es asumir una parte de la responsabilidad en las acciones que este genere.
Una invitación al diálogo es una línea de frontera. O la sobrepasamos y, desde el lado de adentro, la discutimos -con las responsabilidades que eso implica- , o nos quedamos de este lado, con el oscuro pretexto de no mojarnos los pies.

domingo, 21 de junio de 2009

TODAS LAS HOJAS SON DEL VIENTO: FRANZ KAFKA, CARTA AL PADRE (Fragmento)


En el día del padre, un texto memorable


"Tienes también un modo particularmente bello y poco frecuente de sonreír, tranquilo, apacible y afable, capaz de hacer por entero feliz a aquel que lo recibe. No puedo recordar si durante mi infancia tu sonrisa me fue dedicada especialmente alguna vez, pero sin duda ha debido ser así, ya que no puede admitirse que me la hayas negado entonces, cuando aún te parecía inocente, cuando era todavía tu gran esperanza. Por mi parte, tampoco estas impresiones cordiales han tenido a la larga otro efecto que el de aumentar mi sentimiento de culpa, haciendo que el mundo me fuera más incomprensible aún.”

sábado, 13 de junio de 2009

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS: BORGES, EL ENGRANAJE DEL ALEPH





En el día del escritor,
en el  día previo al aniversario de su fallecimiento, 
un homenaje.






"...vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y vi mis vísceras, vi tu cara y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres y que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo."

J. L. Borges, El Aleph.




He pensado algunas veces que este pasaje es uno de los textos más arrolladores escritos en nuestro idioma. A lo mejor porque lo dice todo y a la vez no dice nada, o casi nada. Porque se enrosca en ese bucle del lenguaje en que lo indecible asoma y se muestra sin ser dicho. Una enumeración absurda, que pretende abarcar la totalidad de lo visible y a la vez revela la torpeza del lenguaje para enunciar esa totalidad en cada uno de sus momentos. Nos expone al disloque entre lo visible y lo inefable, entre la experiencia y la imposibilidad del concepto. O al revés: la palabra caida, el vacío semántico, el dicho que, como un espejo frente a otro, multiplica la no-visión. 

Nos asiste la emoción y el vértigo, porque está escrito con la emoción y el vértigo de un iniciado en el rito de la luz y las tinieblas. La emoción de un ciego que sueña con verlo todo y que sólo le queda la memoria minuciosa, testigo irónico de una fatalidad. El vértigo, por lo que representa el sólo pensar en esa visión imposible. 

Lo mágico, lo absurdo, lo genial está inscripto en la referencia, muy de paso en la vorágine, al sorprendido lector, que precipitadamente se descubre evocado por las palabras de Borges (vi tu cara...) y que reproduce hasta el infinito la referencialidad del texto.

No puedo dejar de pensar (y de soñar) que el Aleph existe y que, si lo miramos,  descubriríamos en él a aquel viejo poeta mientras escribe ese mismo texto y nos dice que nos mira a través del Aleph. Porque Borges ha soñado la puerta para quedarse con nosotros para siempre. Borges nos mira a través del Aleph y a través del Aleph, nosotros podemos descubrir a Borges. Yo creo que el Aleph existe, sin ninguna ironía. Solo hay que verlo en esos escondites secretos que nunca miramos.

Puede sorprendernos en un sótano, como en el cuento. Pero también en la belleza de un poniente, en una mirada, en el engranaje del amor, en la pasión del arte, o en la profundidad del silencio que sobreviene después de los ecos de la música.

Porque Borges nos muestra una experiencia de totalidad que hemos perdido en la fragmentación de lo cotidiano.
Porque hemos perdido el pulso del asombro.
Porque hemos olvidado el arte de des-cubrir aquellas visiones extraordinarias recubiertas con el oscuro manto de una vida llana y gris, que se desplaza vertiginosamente hacia delante buscando su propia consumación.
En suma, porque nos hemos acostumbrado a vivir sin poesía.


No puedo menos que convocarte, Borges, porque tus palabras me arrebatan de este lugar maldito en que la vida me planta precipitadamente y sin preguntarme, tus palabras me permiten reconstruir el universo desde el fracaso, reencontrarme con la belleza desde el desconcierto y la incertidumbre, incursionar el asombro como un pantano, extraviarme y descubrirme una y otra vez en ese laberinto de espejos que sólo desde el crepúsculo de tus ojos podías soñar y escribir, y hacernos soñar como un oscuro Dios que ha perdido el juicio.

Estás muerto, pero no has podido abandonar esa obsesión de escribir nuestros sueños. Somos tus palabras.

Y somos también el ciego y oscuro silencio de tus ojos inmortales, el engranaje del amor que te arrebata.







sábado, 9 de mayo de 2009

PAPELES INESPERADOS PARA UN SILLÓN DE TERCIOPELO


Acabo de adquirir los “papeles” de Julio Cortazar. Tan inesperados que transcurrieron veinticinco años para que salieran a la luz. Parece mentira, tantos papeles ocultos del autor de “Bestiario” . Incertidumbre, asombro, ganas de leerlo todo de corrido, reminiscencias de viejas lecturas y un montón de cosas que se te vienen encima, como un viejo ropero que al abrir se nos cae todo sobre nuestros brazos.  
Cuando supe que se estaba preparando esta edición escribí unas líneas en que dije que la mejor forma de mantener viva su voz y su memoria, en este aniversario de su muerte, sería volver a sus libros consagrados y promover que las generaciones posteriores lo reconozcan y admiren. 
Hoy que tengo el libro en mis manos, sigo pensando lo mismo. Sin embargo, no puedo ocultar la emoción de reencontrar aquella voz que ha modulado tantos sueños y desvelos. Invito una breve poesía del libro: 

Lo que me gusta de tu cuerpo… *

Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.

* Traducido del francés por Aurora Bernárdez

EL SILLON DE TERCIOPELO






Publicado en El Liberal el 12 de Febrero de 2009






En estos días he sabido que hay unos textos inéditos de Cortazar que serían editados en homenaje. Me he preguntado qué suman esos textos en una obra tan basta y diversa como la que nos ha dejado. Seguramente no mucho. Quizás la experiencia de un reencuentro, para algunos; o la novedad de un Cortázar inexplorado por la crítica, para otros. 
Me he preguntado si era la mejor manera de recordar a ese argentino afrancesado que ha nos ha dado momentos de suprema belleza. No me parece mal, desde luego -  hasta tengo expectativas por esos textos - ; pero se respira cierto pulido de bronce y mármol, que al propio Cortázar le hubiese resultado incómodo. Creo, incluso, que la idea de “homenaje” es poco cortazariana.
Quizás la mejor forma de mantener viva su voz y su memoria, en este aniversario de su muerte, sería volver a sus libros consagrados y promover que las generaciones posteriores lo reconozcan y admiren, como lo admiramos quienes crecimos bajo el manto de su frondosa sombra. Se trata de reinventar sus juegos, repensar sus palabras luminosas y redescubrir el asombro virginal que relampaguea en sus textos.  
Julio Cortazar es una experiencia. Como tal, es intransferible. Solo quienes hayan transitado por el horror de Bestiario, por el misterio de Las armas secretas, por la magia de Final de juego, o por la ingeniería onírica de Historia de cronopios y de famas, sabe de lo que estoy hablando. Ahí está Rayuela, testamento vital del artista que se reconoce menos como escritor que como músico. También Todos los fuegos el fuego, Último round y todo lo mucho que escribió y que resulta una experiencia inaugural e irrepetible. 
Cuando digo que Julio Cortazar es una experiencia, quiero decir que es uno de aquellos autores que, como supo decir Ernesto Sábato, nos transforman a partir de la lectura. No somos los mismos después de Octaedro. No lo somos después de Queremos tanto a Glenda o al cabo de aquellas Deshoras. La lectura nos atraviesa por todos lados y al cerrar las páginas miramos el mundo de otro modo, o nos encontramos en otro mundo.  No somos iguales antes y después de tratar con el autor de Rayuela, en cualquiera de sus múltiples rostros. 
Porque los “parques” tienen una continuidad entre las páginas de sus libros y el “sillón de terciopelo” , en el que cómodamente creemos ser meros testigos de una trama que nos involucra y está pronta a sorprendernos, como se sugiere en ese cuento inolvidable. Es ese sillón de terciopelo el que nos transforma de un modo definitivo, irreversible, y nos arrebata a un mundo de belleza y locura. Porque los textos de Cortazar son un detonante para fragmentarnos y reconstituirnos a partir de un nuevo brote de sentido, o en todo caso, a partir de nuevas y crecientes incertidumbres. 
Por eso creo  oportuna, a propósito de este aniversario, la entrega de una invitación. Una invitación a ocupar ese sillón de comodidad aparente, bajo la amenaza de la imprevisibilidad. Una invitación para todos aquellos que aun están en las orillas de este singular universo,  a ser parte de esa experiencia  maravillosa que es la obra de un argentino nacido en Bruselas, que vivió su infancia en Banfield, pasó la mayor parte de su vida en París y escribió en el idioma de Buenos Aires. Porque Julio Cortazár todavía es Alguien que anda por ahí. Hay que encontrarlo. 

sábado, 2 de mayo de 2009

LA PALABRA DE LA LUZ: MANUEL ALVAREZ BRAVO I





La obra fotográfica de Alvarez Bravo (Mexico, 1902 - 2002)  ha sido exhibida en más de cuarenta exposiciones y se encuentra en las colecciones de los más importantes museos como el George Eastman House, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y el Pasadena Art Museum. La Hija de los Danzantes es una de sus obras más emblemáticas.





LA HIJA DE LOS DANZANTES


Ella no se encuentra en la luna de la sombra.
La niña de cristal
Tampoco se encuentra en el rostro
que asoma desde la luna del mundo.
Una a otra se miran sin hallarse
a través de un arco iris sin sueños,
con ganas de romper en lágrimas el vacío.


Lucas Daniel Cosci



* * *

viernes, 1 de mayo de 2009

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS: LA FIESTA DE LAS BALAS


La Revolución apenas sí tiene ideas. Es un estallido de la realidad: una revuelta y una comunión, un trasegar viejas sustancias dormidas, un salir al aire muchas ferocidades, muchas ternuras y muchas finuras ocultas por el miedo a ser ¿Y con quién comulga México en esta sangrienta fiesta? Consigo mismo, con su propio ser. México se atreve a ser. La explosión revolucionaria es una portentosa fiesta en la que el méxicano, borracho de sí mismo, conoce al fin, en un abrazo mortal, a otro mexicano.

Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad




Octavio Paz ha escrito cosas inolvidables. Pocas como estas páginas de El laberinto de la soledad. Apenas sí merecen comentarios. La revolución es comunión. Vuelta a los orígenes. Recuperación de un sí mismo alienado en una estructura colonial de siglos. La revolución es nostalgia de identidad, sueño de la tierra, soplo de los dioses. La revolución es útero materno, instinto y afirmación de la vida, amor visceral por la raza. Es un lenguaje ancestral del pueblo azteca que el poeta recoge, se apropia y transfigura en la vibrante realidad de una macrometáfora que se alimenta de la vida de un pueblo. El Laberinto de la soledad es la gran metáfora de un pueblo sometido. El laberinto es una construcción de la que no se puede salir, como el pueblo mexicano y latinoamericano, que no puede salir de las intrincadas galerías que nos constituyen desde dentro. El laberinto es una construcción de la que no se puede salir, pero es también un espacio donde es posible el encontrarse, el perseguir las propias huellas hasta llegar a la planta de nuestros pies, y saber dónde uno está parado.
Octavio Paz, los pueblos de América esperan el convite de una gran fiesta, apenas anunciada en tus desvelos. Tu laberinto azteca termina en el portal de un sueño eterno. Tu soledad es anhelo de Justicia.


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miércoles, 29 de abril de 2009

TODAS LAS HOJAS SON DEL VIENTO: CLEMENTINA ROSA QUENEL


Luis Alen Lascano alcanzó a la Revista El Punto y la Coma (octubre de 2008) el poema que transcribimos a continuación, de quien fuera una de la más notables escritoras de nuestra tierra. Nos proponemos en este espacio recuperar textos olvidados de nuestra literatura.


NO ME PREGUNTEN EL OTOÑO

Clementina Rosa Quenel

No me pregunten si culpo
a las hojas.
No me pregunten
Si retorno al plato de uvas
de que hablábamos
los amantes
de la mano.
No me pregunten por esa niebla,
como peregrina de río,
y esas begonias,
mañana dulcemente sin regreso.
No me pregunten por esos palisandros
o la perdida anémona
sin encuentro en la tarde
de noviembre.
No me pregunten cómo es de triste. El viento,
Con toda esta tristeza nuestra
del morir implacable.
No me pregunten.
No me pregunten.
Mientras crece un llovizna larga
al norte.
Y me encuentro con las cosas.
No me pregunten.

domingo, 26 de abril de 2009

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS: TARDES DE MI TIERRA



Cuando me lleve el destino
Por otras huellas un día;
Cuando ansias de andar me alejen
De mis tardes amarillas,
Iré cargando bagajes
De tristezas escondidas
Y soledad de distancias
Hincadas en mis pupilas...

Dalmiro Coronel Lugones, Romance de mis Tardes Amarillas




Alguien dijo -no sé si es Todorov o Borges- que hay autores que pasan a la historia por una página. Tal vez no sea el caso de Dalmiro Coronel Lugones, pero sí estoy convencido de que la belleza de dos o tres páginas justifican su obra y la necesidad de recordarlo. Estos versos del Romance de mis tardes amarillas constituyen un fragmento memorable de nuestra cultura. Con imágenes de sorpresiva belleza, pero sobre todo con un ritmo y una música que evoca el mejor aire de la zamba, el poema hace visible la constitutiva relación del hombre con su tierra. Nuestros relatos de identidad han construido una visión del hombre santiagueño como un ser vinculado con su tierra a través de símbolos ancestrales. Símbolos que conforman nudos de un sentido que, una y otra vez, emerge en ese extraño lenguaje de la tierra. La tardes amarillas son aquellas que un santiagueño sabe que sólo en esta tierra son posibles. El adjetivo del color amarillo sólo le cabe a aquellas tardes hinchadas de ese sol furioso que derrama su luz hasta la ceguera en las tierras de Santiago.

El lenguaje sencillo y llano, pero altamente expresivo traduce con nitidez un pathos fundante, un estado interior muy especial que tiene que ver con el abandono y la orfandad de quien se aleja de aquello que lo constituye. La lejanía y la distancia adquieren un rango metafísico -si se me permite el adjetivo- en la medida que son distancia y lejanías de un sí mismo dislocado entre el lugar y el rumbo, entre la raíz y los pasos, entre la inmovilidad de sólo estar y el movimiento de ser, para decirlo en el lenguaje de Rodolfo Kusch. Un sí mismo que se desgarra en la huella que me aleja, pero siempre como queriendo quedar pegada en esta tierra que te pesa, como queriendo marcar en ella nuestro estigma. Porque lo que me lleva no es mi querer sino el destino.

Dalmiro Coronel Lugones, tu poesía me sacude como el viento sobre el árbol, que tiembla desde el tronco pero mantiene firmeza en sus raíces. Tu verso me vuelve quebracho, me hunde hasta el fondo de la tierra, aunque se me lastimen los gajos. Volver a tu poesía me despierta las ganas de decir las palabras de mi amigo Jorge Rosenberg, Soy santiagueño por atardecer…

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sábado, 25 de abril de 2009

DOS POEMAS


REDENCIÓN DE LOS DÍAS

Cuando ya no queda ni el dolor,
cuando las metáforas ha parido sólo ubicuidad,
cuando ya la noche te tiene de rodillas,
y el deseo se ha hecho piedra
y es piedra tu carne y tu alma y tu esqueleto,
habrás de retomar una palabra
para sostener el mundo
o la huella ciega que queda en su lugar.

Lucas Daniel Cosci









NOSTALGIA DEL ÚLTIMO OCASO

Ya nada será lo que el cielo se dijo a sí mismo
cuando lo sorprendió el último ocaso.


Lucas Daniel Cosci


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miércoles, 22 de abril de 2009

ETICA Y POLÍTICA EN LA ENCRUCIJADA


Dos posiciones encontradas frente a la coyuntura se han proyectado en el escenario político en las proximidades del 28 de junio. Una vez más, moral y política se desarticulan y se oponen, en un desencuentro trágico que nos sigue marcando a fuego como una cuestión irresuelta de nuestra historia.
El neoconservadurismo opositor, en su versión político partidaria o bien en su versión agro mediática, ha construido un discurso desde un idealismo ético institucionalista. La crítica al poder se plantea desde señalamientos éticos y procedimentales, que desfondan todo contenido político, a favor de un posicionamiento moral.
No menos cierto es, por otro lado, que el oficialismo se ha encerrado en el cerco de un discurso de confrontación ciega, desde un realismo político inescrupuloso, que desconoce las normas y procedimientos legitimados, en favor del logro de los bienes sociales fundacionales del movimiento gobernante.
El discurso conservador adolece de un vaciamiento político visceral. Incurre en un integrismo ético, en un huero “honestísmo”, que por preservar la moral abdica de la política, o que, en todo caso, parte de la falsa convicción que con la moral a secas es suficiente para gobernar y que lo político vendrá por añadidura. O, en el peor de los casos, instrumentaliza a la moral para derrocar a la política.
El discurso del oficialismo, por su parte, ha producido un vaciamiento ético de las estructuras políticas. En su impulso auto protector, en su celo por preservar un modelo de redistribución y justicia, ciertamente amenazado por el pensamiento moralizante, asume estrategias y procedimientos cuestionables desde lo normativo-institucional.
El conflicto se traduce en una tensión axiológica radicalizada entre Democracia y República, que nos arrastra y divide a todos. El conservadurismo reclama el salvataje de la República, porque la salvaguarda de los “principios republicanos” es lo que permite poner un límite al poder, que en sí mismo se percibe como inmoral, sospechoso y hasta “demoníaco“. La democracia es puesta bajo sospecha desde la idea de una mera formalidad que la deslegitima. “Democracia formal no es democracia“, reza un lugar común de este discurso.
El gobierno, a su vez, pone su carga valorativa en sobre el polo Democracia, cuya dinámica es la que permite ampliar la base del poder, percibido en sí mismo como una herramienta social y política necesaria para la construcción de aquellos bienes en cuya realización se declara comprometido. Desde este supuesto se intenta domesticar la instituciones republicanas, porque son vistas como una amenaza a la gobernabilidad y a la democracia misma.
En cualquier caso estamos presos de una antinomia que nos encierra en miradas parcializadas. Antinomia que impide la visión totalizadora, y, por lo tanto, limita nuestras posibilidades de construcción de igualdad y justicia.
Democracia y Republica, igualdad y participación, moral y política, constituyen conjunta y regularmente, las condiciones de posibilidad de un proyecto político que articule inclusión social con el respeto por las libertades, las institucionalidad con la justicia. Parafraseando a Kant podríamos decir que la política sin moral es ciega, y la moral sin política resulta vacía. La rearticulación de lo moral y lo político en el discurso y en la acción sigue siendo un desafío pendiente, una cuestión irresuelta que en algún momento deberemos hacernos cargo.

TESTIMONIO Y PROFESÍA EN LA ESCRITURA DE RODOLFO WALSH


El veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta y seis el país se sacudió con la toma del poder por de la Junta Militar. El veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta y siete, Rodolfo Walsh envía su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar a todos los diarios y nadie publica. El veinticinco de marzo del mismo año -un día después, “un oscuro día de in-justicia después“- Walsh es asesinado en una emboscada. Es imposible no pensar estos tres acontecimientos en una sola secuencia. Es imposible no pensar que ya sabía de su muerte, mucho antes de aquella bomba de maquina de escribir.
Walsh es acaso uno de los pocos temerarios que en su momento y desde dentro de un país en llamas, denunció sin tapujos los atroces crímenes que venía perpetrando la Junta de la Muerte. Crímenes políticos: la detención clandestina y la desaparición forzada de personas; crímenes económicos: la inauguración de la era de las políticas de ajustes; crímenes sociales: la estrepitosa caída del empleo y la proliferación de las villas, la marginación y exclusión compulsiva del pueblo. La “carta” de Rodolfo es quizás un documento que a la sazón mostró lo que solo mucho tiempo después pudimos ver, pudimos angustiosamente ver los argentinos.
Interesa resaltar que el documento revela además alguna clave de su escritura. Para cerrar el texto, escribe: “Estas son la reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esta junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.”
“Dar testimonio en tiempo difíciles“, es un principio ético-escriturario que a partir de “Operación Masacre”, va a estar presente en toda su producción. Pero ese “dar testimonio” en ningún caso construye un texto propagandístico, ni político-programático. Se trata del esfuerzo por testimoniar el dolor universal de las víctimas. De aquellas innumerables, anónimas, indiferenciadas víctimas de la injusticia y la crueldad. Tanto “Operación Masacre”, así como sus cuentos, “Los oficios terrestres”, “Un oscuro día de justicia”, por citar algunos, constituyen relatos de “actos de crueldad” en los que emergen, desde los gestos a las acciones concretas, las más abyectas miserias del ser humano.
Pero acaso su mayor relato de crueldad sea su propia carta, mucho más que sus obras de ficción, aunque, cabe aquí la salvedad, que en esta narrativa, ficción y realidad se desdibujan, se traicíonan, se referencian y finalmense se invaden entre sí, en un diabólico juego de espejos.
Cuando Rodolfo Walsh confiesa que Operación Masacre le cambió la vida, lo que está diciendo es que en ese texto se encontró con el escritor que estaba buscando y con el que hasta ese momento andaba desencontrado. “Soy lento -dice en su texto póstumo “Yo, Rodolfo”-, he tardado … lustros en escribir un cuento”. Esa lentitud confesada es el tiempo demorado en encontrar ese principio, que lo llevara a escribir sus mejores textos, porque “comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior”; amenazante por la crueldad y la miseria con que estaba/está tramado. Ese “mundo”, situado en la Argentina de los setenta, es un relato perverso que Walsh aprendió a reinventar en sus textos. Y por narrar ese mundo se encontró a sí mismo en sus propias historias, narró su propia dramática y fue víctima de una Injusticia mayúscula, como sus personajes.
Finalmente, es necesario decir que ese principio con que Walsh hizo frente a su propia escritura, no es solo una agenda de temas, sino que es una estética y una gramática. Sus innovaciones formales, son derivadas de una ética, se entraman desde una visión épica del mundo en el que las víctimas esperan al héroe que nunca llega.
Walsh es uno de lo valores más relevantes de nuestra literatura. No por haber sido muerto en circunstancias atroces, sino por haber sido el más claro, el más expresivo, el más poético profeta de su propio destino y del destino incierto de un pueblo a la deriva.