Para pensarlo. Tres incidentes, en un lapso mínimo de horas:
El jueves 10 de diciembre, Hugo Biolcati dice en un acto público que hay que “decapitar” al gobierno, en una metáfora sangrienta que a algunos nos dejó paralizados.
El mismo jueves el matutino La Nación había publicado un escandaloso articulo de Abel Posse -flamante Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires- que tiene más de manifiesto fascista que de texto periodístico. Posse, sin ningún escrúpulo, hace publico su ideario antidemocratico horas antes de asumir, para que no queden dudas de quien es quien. Posse es Maurizio. Maurizio es Macri. Say no more.
El viernes 11 de diciembre, los sistemas de comunicación del helicóptero presidencial reciben una interferencia con una amenaza de muerte a la presidente (“matar a la yegua“), entre sones de reminiscencia dictatorial, en el mismo momento en que se iniciaba el juicio a los represores de la ESMA.
¿Aciaga coincidencia? Me gustaría pensarlo así, pero tenemos que admitir que hay algo más que coincidencias entre esos incidentes. Hay conexiones. En casi tres décadas de democracia no se dieron -salvo en el gobierno de Alfonsín- tan abiertas manifestaciones de este tipo. ¿Qué pasa hoy que estas voces antes acalladas ahora desafían desde la palabra publica y desde la amenaza abierta? ¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado en los valores de esta sociedad para que hoy existan lugares no democráticos de opinión que generan adhesión de una parte -mucha o poca- de la ciudadanía?.
Hoy es el momento que estas voces atroces -que siempre ha habido- encuentran nichos ideológicos antidemocráticos en donde refugiarse, en donde expandirse con ese insolente eco de libertad de los impunes. Nos guste o no reconocerlo, se ha abierto un espacio en la ciudadanía que los cobija y los alienta.
Se dice lo que “alguien” quiere escuchar. En la Argentina de hoy se ha reinstaurado una corriente de opinión de matriz conservadora, inscripta en una línea de tradiciones no democráticas; tradiciones que priorizan los valores del Orden y la Seguridad por encima de los valores que fundan las democracias de las sociedades modernas (Igualdad, Justicia, Libertad).
Además de los mencionados incidentes, se suman las retóricas de los tinellis, las susanas y mirtas, que azuzan el miedo, proclaman malestares y anuncian precipicios.
Crece el rechazo a las políticas de Derechos Humanos, crece el odio a los pobres, los cuestionamientos a las políticas de compensación hacia los excluidos, el desprecio por el Estado y sus políticas de equidad.
Los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner pueden ser cualquier cosa, - y mucho habrá para decir- pero hay un hecho indiscutible: han subordinado bajo la autoridad del Estado a los poderes históricos que condicionaban la democracia en Argentina.
El poder Militar, con la derogación de las leyes de la impunidad y el procesamiento a los genocidas, desde una política sin concesiones en materia de Derechos Humanos y de reivindicación de la memoria.
El Poder Económico, con la reestatización de empresas fundamentales del Estado, como pueden ser las AFJPs y Aerolineas, en el marco de una política intervencionista en lo económico.
El Poder Mediático, con la sanción de una moderna Ley de Servicios Audiovisuales y el contrato con la AFA para la televisación de eventos deportivos.
El Poder Eclesial, mediante leyes como las de Salud Reproductiva, o la ley de Educación Sexual, que promueven una política pluralista en la materia.
El Poder Agromediático, mediante la intervención en la fijación de retenciones a las exportaciones, que limitan las utilidades del sector, con el fin de proteger el mercado interno y generar recursos para la inversión social.
Era demasiado como para que no reaccionaran. Poderosos intereses han sido afectados desde las políticas vigentes. Hay mucho enojo, “crispación”, odio político, desde sectores que estuvieron siempre cuidados entre algodones. Demasiado.
La pregunta es hasta cuando habrá resto para resistir los embates de estos profetas del infierno, que aun no aterrizan en el suelo de una sociedad abierta y pluralista. Lamentablemente, una oposición irresponsable presta oídos y discursos a esa voces atronadoras. Está en nosotros el saber distinguir entre las escaramuzas de la lucha política entre adversarios y la amenaza a aquellos estandartes que nos sostienen como sociedad libre, plural y en busca de justicia. Los cantos de sirena de quienes pregonan el Orden y la Seguridad como únicos valores, no pueden alejarnos de nuestras conquistas democráticas, que con muchas vidas la hemos pagado.
Es tal cual, hay que estar atentos.
ResponderEliminarSeguramente desde el poder se ven cosas que nadie vio hasta ahora,la cuestion pasa por el no abuso de ese poder.
Mauric10
muy bueno tu artículo Lucas, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarSomos tan vulnerables frente a los discuros mediáticos, necesitamos conversar en las aulas sobre todo esto. Pongo un nosotros que no puedo cumplir, si no a la distancia. Un saludo
eva gardenal crivisqui
En pagina 12 de ayer sale un articulo muy interesante sobre el asunto. Se llama "Volver a matar". Vale la pena leerlo.
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