miércoles, 26 de agosto de 2020

Monólogo Dual

 


Soy dual.

Soy Dual-de.

Digo lo que pienso.

Soy Dual-

de decir “el que puso dólares, etcetera”.

Y pensar  “el que puso dólares, la concha de… ”.

Soy Dual

de decir lo que pienso.

Pienso lo que digo.

Soy Duhal

-de alguien que me piensa y me dice lo que digo.

Alguien me piensa.

Digo lo que alguien me piensa.

En mi dualidad.

El pensamiento me excede, me piensa, me dice lo que digo.

Clarín clarea, ergo cogito.

Soy Duhal-de.

Digo democracia, las pelotas.

Alguien me dice democracia las pelotas

y entonces yo digo democracia, elecciones, las pelotas

Las pelotas,

ridículo,

la pandemia.

Eso digo.

Exitosa-mente condenados, nos gusta el peloteo,

Por eso digo democracia, la pelotas.

Soy Duhal-

de Alguien que piensa lo que digo.

Los que piensan lo que digo,

piensan que es lo mejor decir lo que digo

y que es mejor pensar lo que pienso.

Esa es la Dualidad,

la Duhal-deidad.

Lo mejor para ellos,

para la posteridad y para todos los habitantes del mundo,

menos los desarrapados

los que raspan la olla.

Soy Duhal-de y digo lo que digo.

Digo.

Las pelotas;

siempre más,

más.

Nunca nunca.

Para nosotros, para la posteridad.



                                             L. C.


lunes, 10 de agosto de 2020

A las dieciocho

 

A las dieciocho  te cuelgas en la percha, como el saco del que vuelve de la noche y ya no encuentra el cuerpo que abrigaba.

A las dieciocho hundes tu cabeza en la leche fria de tus pensamientos, como un avestruz desplumado a balazos por el viento de agosto.

A las dieciocho se te viene encima la falsa medianoche de catorce horas que te separan de la pura posibilidad de ser distancia.

A las dieciocho los planetas se desnucan y vos ya no puedes distinguir la cruz de sal entre cielos que se han hecho humo de canabis.

A las dieciocho nace Gregorio Samsa debajo de tu cama, en medio de un desparramo de patas de cucaracha.

A las dieciocho te sacas la armadura de Quijote venido a menos, porque descubres que los molinos de viento son solo molinos de tiempo.

A las dieciocho cae la tarde al fondo de una botella vacía a la que ya no puedes ordeñar.

A las dieciocho corretean entre tus sabanas los hombrecitos innombrables de El jardín de las delicias.

A las dieciocho el mundo vuelve a ser lo que ha sido siempre: calabaza anmohecida y, dios, el gato mestizo del tejado.

A las dios-y-ocho te quedas a la mierda.

Dios y ocho veces a la mierda.

En punto.

 

 

L. C.