lunes, 10 de agosto de 2020

A las dieciocho

 

A las dieciocho  te cuelgas en la percha, como el saco del que vuelve de la noche y ya no encuentra el cuerpo que abrigaba.

A las dieciocho hundes tu cabeza en la leche fria de tus pensamientos, como un avestruz desplumado a balazos por el viento de agosto.

A las dieciocho se te viene encima la falsa medianoche de catorce horas que te separan de la pura posibilidad de ser distancia.

A las dieciocho los planetas se desnucan y vos ya no puedes distinguir la cruz de sal entre cielos que se han hecho humo de canabis.

A las dieciocho nace Gregorio Samsa debajo de tu cama, en medio de un desparramo de patas de cucaracha.

A las dieciocho te sacas la armadura de Quijote venido a menos, porque descubres que los molinos de viento son solo molinos de tiempo.

A las dieciocho cae la tarde al fondo de una botella vacía a la que ya no puedes ordeñar.

A las dieciocho corretean entre tus sabanas los hombrecitos innombrables de El jardín de las delicias.

A las dieciocho el mundo vuelve a ser lo que ha sido siempre: calabaza anmohecida y, dios, el gato mestizo del tejado.

A las dios-y-ocho te quedas a la mierda.

Dios y ocho veces a la mierda.

En punto.

 

 

L. C.

 


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