lunes, 19 de julio de 2010

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS CONVERSACIÓN CON MANUEL J. CASTILLA . SINTIENDO LEJANÍAS

A treinta años de sus últimos versos.




Me sé quedar a veces lleno de lejanías.
Suele ser en agosto
Porque en agosto los ocasos son de un barro sangrante
Y uno camina dolorosamente
Como si fuera pisando las alas de su ángel de la guarda.

Manuel J. Castilla, Era lejos






¿Qué lejanías nos invaden en agosto? ¿de qué barro sangrante son los ocasos? ¿y qué hace nuestro ángel de la guarda que se deja pisar las alas? Pregunto casi como si no supiese que son metáforas, porque la frescura del lenguaje de Castilla nos hace creer que nos habla desde una palabra desnuda. El lenguaje nos sorprende en una metaforización dislocada e invisible. Porque estas palabras maravillosas nos hacen sentir, no ya a través de la metáfora como recurso, sino que instalan nuestro sentir en la metáfora misma, a punto que desdibujan la raya entre lo simbólico y lo literal. Los poemas de Manuel J. Castilla son de una belleza abrumadora, pero quizá el de este pasaje lo es más que otros. Porque su belleza casi no puede justificarse con argumentos, no admite análisis, es bello casi porque sí, porque deslumbra, porque te rodea y te invade. Acaso lo más elaborado que podríamos decir es que ha combinado imágenes asombrosas y esas imágenes nos remueven el alma. Los versos de Castilla se sienten casi sin pensar. Son una prueba de que la belleza tiene fuerza por sí misma, inclusive despojada del concepto. Quedarse lleno de lejanías no es otra cosa que "quedarse lleno de lejanías", y sólo desde esta lógica podemos comprender el poema. Cualquier otra palabra es entorpecer la magia. Es un sentido que se autoconstruye desde el decir poético mismo.

Manuel, tus palabras están concebidas de una sustancia intraducible, demoledora. Tu poesía es previa al acto de escribir, está en los ojos con que miras el mundo, en ese extraño diálogo con las cosas desde el cual acontece un lenguaje virginal que regocija de sí mismo.