viernes, 1 de mayo de 2009

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS: LA FIESTA DE LAS BALAS


La Revolución apenas sí tiene ideas. Es un estallido de la realidad: una revuelta y una comunión, un trasegar viejas sustancias dormidas, un salir al aire muchas ferocidades, muchas ternuras y muchas finuras ocultas por el miedo a ser ¿Y con quién comulga México en esta sangrienta fiesta? Consigo mismo, con su propio ser. México se atreve a ser. La explosión revolucionaria es una portentosa fiesta en la que el méxicano, borracho de sí mismo, conoce al fin, en un abrazo mortal, a otro mexicano.

Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad




Octavio Paz ha escrito cosas inolvidables. Pocas como estas páginas de El laberinto de la soledad. Apenas sí merecen comentarios. La revolución es comunión. Vuelta a los orígenes. Recuperación de un sí mismo alienado en una estructura colonial de siglos. La revolución es nostalgia de identidad, sueño de la tierra, soplo de los dioses. La revolución es útero materno, instinto y afirmación de la vida, amor visceral por la raza. Es un lenguaje ancestral del pueblo azteca que el poeta recoge, se apropia y transfigura en la vibrante realidad de una macrometáfora que se alimenta de la vida de un pueblo. El Laberinto de la soledad es la gran metáfora de un pueblo sometido. El laberinto es una construcción de la que no se puede salir, como el pueblo mexicano y latinoamericano, que no puede salir de las intrincadas galerías que nos constituyen desde dentro. El laberinto es una construcción de la que no se puede salir, pero es también un espacio donde es posible el encontrarse, el perseguir las propias huellas hasta llegar a la planta de nuestros pies, y saber dónde uno está parado.
Octavio Paz, los pueblos de América esperan el convite de una gran fiesta, apenas anunciada en tus desvelos. Tu laberinto azteca termina en el portal de un sueño eterno. Tu soledad es anhelo de Justicia.


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