domingo, 26 de abril de 2020

Ni cenizas ni gloria (novela inédita, fragmento)


1

Voy a contar la historia de una vieja fotografía. Blanco y negro, la foto. Cargada de voces, contrastes grises entre años y distancias.
Imaginate. Parece una películaEstán los siete. Ahí, juntos, las armas en alto. Hasta parecen actores de cine, fíjate vos.
Imaginate. Seis de revólver; el sétimo, con un arma de culata en cada brazo. Detrás, la locomotora. 
Quiere decir que los tipos se habían fotografiado en la estación de trenes. De Frías o de Choya, y delante de todo el mundo. Imaginate. Felices, heroicos, dueños del destino. De gesto solemne, eso sí, se muestran en una pose almidonada que delata la ingenuidad de sus afanes.
Imaginate (no puedo decir esta palabra sin escuchar la voz de mi viejo, che). En ese tiempo no había cámaras portátiles. 
Quiere decir que habían llamado a un fotógrafo de estudio, que bien pudiera haber venido desde San Fernando.
Que la foto había sido tomada con una de esas cajas de caballete. 
Que sin dudas era una escena montada, a la vista de todos, como un rodaje, un gran rodaje de tiros y bandidos.
También significa que era un instante solemne, memorable, que merecía la fijación en la posteridad del retrato. Se respira un aire festivo, celebrativo, en todo caso auspicioso. 
Imaginate. Parece que llovía. Parece que llovía porque los tipos están todos de pilotos o abrigos largos. Los tipos están todos de pilotos o abrigos largos y la foto turbia, brumosa, onírica, como un día gris, de sol ausente.
Imaginate. De izquierda a derecha, en un día gris de sol ausente: El primero, don Victoriano Gómez, sombrero y frondosos bigotes, bien de época. Revolver en mano derecha, la punta del cañón arriba. Puro orgullo, don Victoriano. El que le sigue de izquierda a derecha es Tadeo, Tadeo Espeche; después don Adelaido Brizuela, con gesto desapacible; Félix Espeche en el centro de ese día gris de sol ausente, dominando la escena, con los ojos fijos en la lente de la cámara, punto de fuga de todas esas voluntades desenfrenadas. A su lado, Arsenio y José Gervasio Brizuela, siempre de anteojos José Gervasio. En la punta derecha, el alfil que custodia a la reina: el Coronel Hermenegildo Espeche con la ametralladora, el fusil al hombro y gesto circunspecto. 
¡Tantas veces me he preguntado por esa escena! ¿Qué esperaban, al fin? ¿Qué es lo que pretendían de esa aventura sin nombre? ¿Una promesa cierta, posible, razonable? Y si no era cierta, posible ni razonable, ¿qué era? ¿La vana pretensión de legitimar un gesto para una lejana posteridad, el anhelo de dejar plasmados los trazos de un sueño delirante? ¿Cuánto ponían en juego esas almas en ciernes? ¿Cuál era su apuesta?
Imaginate. Del otro lado había una inscripción inverosímil, en una caligrafía larga, estirada hacia adelante, regular: “República de Choya, 1921”.

L. C. 

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