miércoles, 24 de marzo de 2010

LOS LENGUAJES DE LA MEMORIA



A esta altura hay cosas que ya deberían estar fuera de discusión. Sin embargo, cada vez son más las voces que proclaman el olvido en aras de una conciliación nacional.
Habría que tener más cuidado en estos tiempos que corren. El uso del lenguaje desde algunos sectores que avalan la impunidad es una trampa. El humor social anti-kichnerista, sumado a las políticas en Derechos Humanos ligadas al actual gobierno, son una perfecta tentación para los sectores conservadores de tirar al tacho mucho de lo que se ha ganado en materia de conciencia en estas dos últimas décadas.

Hay discursos que ponen a rodar palabras que deberíamos pensar bien antes de decirlas. Están ahí, en los espacios hegemónicos de los medios opositores. Me refiero a las palabras Perdón, olvido, amnistía, presos políticos, conciliación, que algunos ahora proponen para un país que “incluya a todos."
Eduardo Duhalde y su Argentina para todos, con un escalofriante alegato del olvido y la propuesta de un plebiscito para el cese de los juicios; Cecilia Pando y sus “víctimas” del terrorismo; Mauricio Macri y su propuesta de hundirnos en las aguas del Leteo, en un mirar para adelante sin retrovisor; son algunas de las voces que dan asilo a estas palabras.

Discursos políticos, blogs, columnas en diarios, documentos eclesiales, con toda liviandad apelan a estos lugares como una solución mágica para “cerrar heridas“.
Propongo reflexionar en torno a estas palabras que vuelven al discurso con pretensiones de legitimidad.

La palabra perdón es la que menor análisis resiste. ¿Cuándo y quien puede perdonar un crimen, cuyos verdugos se ufanan en que volverían a cometerlo?

Dice Ricoeur que el perdón no es algo debido, sino que debe ser pedido, y qué sólo las víctimas pueden concederlo.

Dos anotaciones. Nadie ha pedido perdón, hasta ahora que sepamos. Y quienes pueden concederlo no están entre nosotros. Ambos datos lo clausuran como posibilidad.

El olvido es la contra cara de un perdón imposible. A falta de lo uno, venga lo otro. El olvido está reñido con el “nunca más“ fundacional de esta democracia; implica una dolorosa renuncia a lo que trabajosamente hemos logrado en casi ya tres décadas como sociedad ¿Cuál es el camino que propone el olvido? El olvido propone volver a las huellas de la impunidad, a pesar de que la justicia ha fallado una y otra vez sobre el crimen. Es el camino de la ceguera y la convalidación del delito.

El nombre político-jurídico del olvido es amnistía. Es el olvido institucionalizado. Una consigna pensada desde una pretendida ética de la responsabilidad, que carece de una cabal valoración de las consecuencias. Se basa en la creencia de que el dejar sin efecto el castigo a los culpables crearía las condiciones para la unión nacional. No es políticamente correcta, pero si efectiva, dirán algunos desde un conservador pragmatismo. Aun desde una racionalidad estratégica nos preguntamos ¿Qué pasaría entonces con las víctimas y los familares de las victimas? ¿Quedarían “conciliados” unilateralmente? ¿Quién conciliaría después la diáspora en que hundiríamos a estos argentinos, que siempre y en todo momento han utilizado como único medio la justicia institucionalizada, para canalizar su indignación? ¿Qué conciliación es posible sobre la base del despojo a las Instituciones?

Presos políticos es una de las palabras que encubre un peligrosamente engaño. Quiere disfrazar políticamente lo aberrante. Porque implica una alteración en el juicio sobre los hechos. Los presos por los crímenes de la dictadura no son de carácter “político.” Los crímenes de lesa humanidad son un hecho constatado e indiscutible, que reclama justicia. Son presos comunes, juzgados por la justicia, por homicidios y torturas. Estos “presos políticos” han asesinado a compatriotas de este mismo suelo, no a extraterrestres invasores en una “guerra sucia“.
Por último, está la palabra conciliación. Se apuesta a sus falsas resonancias mediadoras-pacificadoras. ¿Es posible la conciliación sobre la base del olvido y la impunidad?. ¿Es posible la conciliación cuando una parte de esta sociedad todavía sufre los daños infrigidos, cuando aun siguen apareciendo los hijos del crimen?. La conciliación solo puede sobrevenir cuando se ha elaborado el duelo. Y todo duelo se elabora a partir de la verdad.

Por eso, en este día de reflexión sobre nuestro pasado y presente, habría redoblar los votos por la memoria, la verdad y la justicia, como el único camino para una conciliación con nuestro pasado. Un camino trabajoso, lento, a largo plazo. Aquí no hay soluciones mágicas, mal que les pese a los profetas del olvido. La búsqueda de una memoria reconciliada solo es posible a partir de la verdad.

Memoria, verdad y justicia, deberían ser estandartes no discutidos en el debate político, un lenguaje que esté en la base de toda argumentación, un piso a partir del cual se construyen las diferencias y las opciones. Es el camino que los hombres y mujeres de este suelo hemos elegido, como valores fundantes de nuestra democracia. Es necesario, entonces, desenmascarar los lenguajes que los traicionan en una retórica cada vez más contaminada.

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