La
literatura del Siglo XX a través de los mundiales de fútbol
Historia de la literatura, historia
del futbol: vertientes de cauces paralelos. No faltan, sin embargo, afluentes subterráneos. De vez en cuando intercambian aguas. Se refrescan entre
sí. La literatura del mundo y, especialmente, la nuestra, ofrecen sobrados
ejemplos: escritores apasionados por el futbol, futbolistas que devienen escritores. Sobre el tema se ha escrito bastante. Umberto
Eco, Vladimir Nabokov, Albert Camus, Juan Villoro, constituyen emblemas de la
pasión futbolera en el campo de las letras. En Argentina, ni hablemos. Soriano,
Fontanarrosa, Sasturain, han hecho literatura –excelente literatura, en algunos
casos- con la poética del futbol.
Lo que propongo es pensar la
literatura del siglo XX a partir de la historia de los mundiales de
futbol. Recuperar en la memoria los
libros inolvidables que han sido dados a luz mientras las gradas gritaban los
goles. Libros mundiales.
La célebre Copa del mundo empieza,
como se sabe, en el año 1930, en Uruguay. Los argentinos perdimos la final
contra los uruguayos. Desde entonces y mientras han vibrado los estadios, los escritores
del mundo –wings de la palabra, valga el término- no han dejado de publicar sus
libros, muchos de los cuales han sido decisivos, no solo para la literatura,
sino incluso para los destinos de la humanidad.
Con el primer mundial, tenemos la
aparición de extraordinarias obras. En
narrativa destacamos, a nada menos que William Faulkner con Mientras yo agonizo, una obra maestra,
paralizante, que revelaba una manera
hasta ahora inexplorada de narrar. Con
una renovada técnica en que la voz narradora se desplaza a través del murmullo
de una quincena de personajes, Faulkner da lugar a una historia trágica y
truculenta, que nos instala en el mandato de los enterramientos. Ese mismo año está Herman Hesse con Narciso y Godmundo, novela de búsqueda
de sentido que prosigue una línea de escritura ya transitada por el autor. También
John Dos Pasos publica Paralelo 42. En Poesía aparece Thomas
Eliot con su monumental poema Miércoles
de Ceniza, una plegaria conceptual de fuerza extraordinaria. En el género ensayo nos encontramos con El Malestar en la cultura de Sigmund
Freud, obra que impactaría profundamente en el mundo del pensamiento, al
proponer un cambio de mirada sobre la incidencia de la cultura sobre el
inconsciente. En Argentina, Borges nos da su Evaristo Carriego, miscelánea sobre aquel poeta de la cultura
barrial porteña. La lista sigue. Tan solo es una muestra.
En el año 1934 se disputa el mundial
en Italia y el campeón es el local. En narrativa Scott FitzGerald nos
entrega Suave es la noche, en poesía
está Fernando Pessoa con Messagem,
único libro publicado en vida por el autor y Paul Eluard con La Rosa Publique. En teatro Federico García Lorca presenta Yerma y en el ámbito ensayístico,
podríamos destacar a Karl Popper con La
lógica de la investigación científica.
El año 1938 llega el Mundial de
Francia, donde otra vez es campeón Italia.
En el plano literario hay una profusa lista de publicaciones extraordinarias. En narrativa no podemos dejar de mencionar
a La
Náusea de Jean Paul Sartre. Emblemática novela, biblia existencialista del
siglo XX, que reflejaría con angustiosa trasparencia, la desazón humana frente
a la gratuidad del existir. En poesía el
norteamericano e. e. cummings –así, con minúsculas- nos deja sus Colected Poems, innovadora, destellante
e incisiva. En ensayo hay dos magistrales
obras de pensamiento sobre las artes escénicas: El teatro y su doble de
Antonin Artaud y Un actor se prepara
de Constantin Stanislaski.
El año 1950 llegaría después de un
extenso impasse mundial como efecto de la segunda guerra. Seria en Brasil, y Uruguay sorprendería al
mundo con su histórico triunfo en el Maracaná frente a los locales. En este año
salen a la luz una importante cantidad de novelas de autores ya celebres como
el caso de Ernest Hemingway con Al otro
lado del rio y entre los árboles, el uruguayo Juan Carlos Onetti con La vida Breve. En poesía Pablo Neruda
nos deja su Canto General, y Alberto
Girri El tiempo que destruye. En el género
ensayístico este año va a ser de un impacto mayúsculo. Ahí está El laberinto de la soledad de Octavio
Paz y las inolvidables Aguafuertes
porteñas de nuestro compatriota Roberto Arlt. El primero, será un icono de la literatura
del siglo XX: una audaz interpretación del mundo azteca y su presencia en el
México del presente.
Sigue en la lista Suiza 1954, con
triunfo de Alemania. Libros destacables:
en narrativa el mexicano Carlos fuentes con Los
días enmascarados, en poesía los chilenos Pablo Neruda con Odas elementales y Nicanor Parra con Poemas y antipoemas.
El siguiente campeonato es Suecia
1958. Gana Brasil. Aparece Julio Cortázar con los cuentos de Las armas secretas, entre los que
encontramos el legendario relato “El Perseguidor”, en homenaje al gran músico
de Jazz Charlie Parker. También García Márquez nos estrega su no menos
legendario El coronel no tiene quien le
escriba. En poesía el americano William
Carlos Williams nos entrega su poema Paterson. En ensayo aparece nada menos que Levi Strauss
con su Antropología estructural.
La parada que sigue es Chile, 1962. Una vez más encontramos a Brasil en el podio.
Ya estamos en el boom. Ahí está Juan Carlos Onetti, con El infierno tan temido, Cortázar de
nuevo con sus populares Cronopios,
Carlos Fuentes y La muerte de Artemio
Cruz, después de Aura. Gabriel García
Márquez también con dos presencias: La
mala Hora y los relatos de Los
funerales de la mama grande. Hay más. Alejo Carpentier, El
siglo de las luces, y Augusto Monterroso con sus innovadoras historias breves de La oveja negra y demás fabulas. En ensayo, Marshall McLuhan nos entrega La galaxia Gutenberg y Umberto Eco Opera abierta, ambas de fuerte
incidencia. Hay numerosas publicaciones en poesía; en teatro, está Eugene Ionesco con El rey se muere.
Llega Inglaterra, 1966 y el campeón es
el local. Roa Bastos en Paraguay publica
El Baldío, Mario Vargas Llosa en Perú,
La casa verde y en Estados Unidos,
Truman Capote, A Sangre fría. Está Gabriela Mistral con Poema de Chile y Vinicius de Morais con Para uma menina com uma flor.
En el año 1970 volvemos al continente
sudamericano con México, en el que una vez más se impusiera Brasil ante
Italia. Aquí encontramos a Borges con El informe de Brodie, un libro de
cuentos “lineales” y casi realistas que llevarían su narrativa a las afueras de
la literatura fantástica y José Donoso con El
obsceno pájaro de la noche.
Alemania 1974, campeón el local. El
boom está en su punto culminante. En este año se destaca una profusa producción
en narrativa. Ernesto Sábato nos entrega su saga metafísica de Abadón, el exterminador, una obra que
lleva hasta las últimas consecuencias su exploración en el mundo de las
tinieblas. Cortázar, siempre Cortázar,
esta vez con Octaedro. Roa Bastos con
su memorable Yo, el supremo. Alfredo
Bryce Echenique con sus sospechosos cuentos de La
felicidad ja, ja.
Finalmente llegamos a nuestra
Argentina 78. La dictadura militar ha hecho estragos y empiezan las grietas por
donde se filtra la sangre. El mundial debía ganarlo Argentina y lo ganó, con un
sospechoso seis a cero ante Perú en semifinal, y tres a uno ante Holanda en la
final. Hubo festejos en demasía para tapar
cadáveres. Hay libros de
Carpentier (Concierto Barroco), de García Márquez (El otoño del Patriarca), de Carlos Fuentes (Terra Nostra), Juan Goytisolo (Juan
sin tierra) y más.
España ochenta y dos llega con la
Guerra de Malvinas y Argentina es doblemente derrotada. En el campo de juego y
en el campo de combate. Nos volvemos a casa desde el Atlántico sur y desde los
estadios españoles casi simultáneamente y con la misma derrota. Aparece por
primera vez – a casi cincuenta años de la muerte de su autor- El libro del desasosiego del Poeta
portugués Fernando Pessoa, con el heterónimo de Bernardo Soares. Se trata de un
deleitoso texto que comprende unos quinientos fragmentos de diarios y
reflexiones de un existencialismo avant
la lettre. Constituye verdaderamente un fenómeno y una curiosidad editorial.
De nuevo en México, el mundial de 1986
traería renovados aires a los argentinos.
Ya se han ido los gobiernos militares y el país goza de la primavera
democrática de aquellos primeros años de la presidencia de Raúl Alfonsín. Una oleada de sensaciones de libertad y de fe
en nosotros mismos se ha instalado en nuestro pueblo. Argentina gana la final contra Alemania por 3
a 1 y se consagra por segunda vez campeón del Mundo. Maradona pinta en el campo sus mejores trazos.
Ingenuamente nos desahogábamos de la derrota de las Malvinas, con dos goles contra
los ingleses –memorables, es cierto, pero
solo goles-. Tocábamos el cielo. Y
también los libros. Ahí estaba Mario Vargas
Llosa con su novela ¿Quién mato a
Palomino Molero?, como un último epígono del boom. El año anterior había
aparecido el poemario de Borges, Los
conjurados, un exquisito libro de poemas con el que nuestro escritor se
despediría de sus lectores, ya que moriría en Ginebra justamente durante los
días de este mundial. Lagrimas por Borges, euforia por la selección, fútbol y
literatura no unificaban sentimientos.
Italia 1990, otra vez la euforia,
Argentina de nuevo a la final, con el mismo adversario. Esta vez nos aguardaba
la derrota y la gran tristeza de un sueño frustrado. El país había incursionado los caminos más
descarnados de las políticas neoliberales, que no tardarían en hacer visibles
sus efectos demoledores. Carlos Fuentes publica La campaña. En el interior de una cultura en que la modernidad era
consagrada como la panacea de los pueblos, Néstor García Canclini nos trae Culturas híbridas. Estrategias para entrar y
salir de la modernidad.
Llega Estados Unidos, 1994, triunfo de
Brasil, expulsión de Maradona por un antidoping. Una metáfora escalofriante
recorrería las galerías mediáticas: las piernas cortadas. Eric Hobsbawm publica
su Historia del Siglo XX. Presente año tras año, García Márquez esta vez
se viene con Del amor y otros demonios.
Juan Gelman, De palabra. Abelardo Castillo
daría su primera novela El que tiene sed.
Francia, 1998, el campeón es Francia.
En Argentina se cumple el segundo mandato de la presidencia de Carlos Menem. La
desocupación es alarmante y asciende a más de dos dígitos. Pobreza, exclusión,
marginación social. Ernesto Sábato
publica Antes del fin, memorias que
recogen un repaso por la vida del escritor y su reflexión sobre la literatura y
la sociedad de nuestro tiempo. También encontramos en este año a La fiesta del chivo de Mario Vargas
Llosa. En Argentina Andrés Rivera
publica La lenta velocidad del coraje.
Después seguimos con los mundiales del
año 2002 (Japón-Corea), 2006 (Alemania) y 2010 (Sudáfrica) y 2014 (Brasil). Del
cambio de siglo en adelante no voy a hablar, ya que mucho de lo publicado no
está lo suficientemente difundido, ni catalogado, ni valorado y podríamos
incurrir en una injusticia.
En este ligero repaso, seguro quedan
imperdonables nombres en el olvido. Ha sido tan solo una muestra, imperfecta y
precaria. Hemos dado un lugar preferencial a los argentinos y Latinoamericanos,
por localía. Anaqueles abarrotados con
libros en todos los idiomas están detrás de cada copa, y piden ser leídos.
Finalmente, estamos en un año mundial
y la contienda deportiva está llegando a su fin. ¿Cuáles son los libros mundiales de este campeonato?
¿Cuáles obras de este 2014 quedaran para la historia? Acaso sea tan
inescrutable como el resultado del próximo domingo. Lo mejor sería esperar que
no solo la Argentina gane y obtenga una nueva copa del mundo, sino, además, que
este año mundialista, algún escritor argentino nos deje una obra inmensa, un
legado inolvidable para la
posteridad. Auguremos goles y lecturas,
maravillosas lecturas. Es la otra final que nos espera.
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