domingo, 26 de abril de 2009

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS: TARDES DE MI TIERRA



Cuando me lleve el destino
Por otras huellas un día;
Cuando ansias de andar me alejen
De mis tardes amarillas,
Iré cargando bagajes
De tristezas escondidas
Y soledad de distancias
Hincadas en mis pupilas...

Dalmiro Coronel Lugones, Romance de mis Tardes Amarillas




Alguien dijo -no sé si es Todorov o Borges- que hay autores que pasan a la historia por una página. Tal vez no sea el caso de Dalmiro Coronel Lugones, pero sí estoy convencido de que la belleza de dos o tres páginas justifican su obra y la necesidad de recordarlo. Estos versos del Romance de mis tardes amarillas constituyen un fragmento memorable de nuestra cultura. Con imágenes de sorpresiva belleza, pero sobre todo con un ritmo y una música que evoca el mejor aire de la zamba, el poema hace visible la constitutiva relación del hombre con su tierra. Nuestros relatos de identidad han construido una visión del hombre santiagueño como un ser vinculado con su tierra a través de símbolos ancestrales. Símbolos que conforman nudos de un sentido que, una y otra vez, emerge en ese extraño lenguaje de la tierra. La tardes amarillas son aquellas que un santiagueño sabe que sólo en esta tierra son posibles. El adjetivo del color amarillo sólo le cabe a aquellas tardes hinchadas de ese sol furioso que derrama su luz hasta la ceguera en las tierras de Santiago.

El lenguaje sencillo y llano, pero altamente expresivo traduce con nitidez un pathos fundante, un estado interior muy especial que tiene que ver con el abandono y la orfandad de quien se aleja de aquello que lo constituye. La lejanía y la distancia adquieren un rango metafísico -si se me permite el adjetivo- en la medida que son distancia y lejanías de un sí mismo dislocado entre el lugar y el rumbo, entre la raíz y los pasos, entre la inmovilidad de sólo estar y el movimiento de ser, para decirlo en el lenguaje de Rodolfo Kusch. Un sí mismo que se desgarra en la huella que me aleja, pero siempre como queriendo quedar pegada en esta tierra que te pesa, como queriendo marcar en ella nuestro estigma. Porque lo que me lleva no es mi querer sino el destino.

Dalmiro Coronel Lugones, tu poesía me sacude como el viento sobre el árbol, que tiembla desde el tronco pero mantiene firmeza en sus raíces. Tu verso me vuelve quebracho, me hunde hasta el fondo de la tierra, aunque se me lastimen los gajos. Volver a tu poesía me despierta las ganas de decir las palabras de mi amigo Jorge Rosenberg, Soy santiagueño por atardecer…

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