sábado, 13 de noviembre de 2010

EL NOMBRE DEL TIGRE (Mención en el IV Concurso de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares” – Municipalidad de Los Flores, Buenos Aires)


“También a él le llamaron Tigre de los Llanos y no le sentaba mal esta denominación...”

Sarmiento, Facundo, Cap. V.

...´ta que lo parió el sol, en esta rama sin hojas y no poderme ladear para esquivarlo, pero este hijo una gran puta no me va agarrar así nomás, no, si no me ha agarrado abajo no me agarra, la travesía larga y a pie, con el sol alto y la calor y las botas que me ajustan los juanetes y los pies ampollados desde San Luis, cuántas leguas para agarrarme bien blandito y cansado pero en este árbol me la aguanto hasta que González y Santos se me vengan con los caballos, qué carajo se demoran tanto, arriba de un zaino ya lo tendría bien sujeto al lazo para destriparlo como gallina, ahora hay que aguantar media hora, más, capaz que una hora, quién sabe, el tiempo se me hace añicos, no sé si va un rato apenas o la tarde entera en este esperar con la muerte aquí abajo en las garras de esta bestia, pero tienen que llegar carajo, no pueden demorar así para traerse unos caballos, la cosa es que aquí ya me están doliendo los brazos y las piernas, me tiembla todo de estar aquí prendido como gato, este árbol que se mueve para todos lados y el uturungo habia sido insistidor che, para colmo un tamaño, si parece caballo, un largor como tres metros, por ahi se da la vuelta y se me vuelve al acecho y huele ese olor a gaucho transpirado que ya lo tiene metido en el hocico, porque se ve que este anda cebado de carne dulce de cristiano y se le da por acechar a los que caminan la travesía como yo, igual que Juan Ramírez emparentado con mi compadre de Chilecito, días en el llano extraviado y nadie saber nada y el Juez de campaña madar cuadrillas a buscarlo, a la final lo han encontrado hecho osamenta en medio el campo rodeado de caranchos y gusanos, un bicherío de la gran siete, ni qué decir el olor y yo aquí, en este algarrobo tan bajo con un tigre que está hambriento de mi carne, las horas de camino desde el primer bramido, las botas ajustándome, tener que apurar el paso, el peso de la montura en hombros, un paso más y ya está rugiendo aquí atrás, tan cerquita que hasta siento sus pisadas en el pasto reseco, ni árbol donde subirse tener que tirar lejos la montura para despistarlo un poco, sacarme peso de encima, hasta aquí, colgado de esta rama movediza, la única a la vista que se me hace se va a quebrar, ya no aguanto las botas que me ajustan, el tigre me va a clavar esa garra del diablo pero Santos decía que aquí no más en la estancia están los caballos para birlar, enseguida te alcanzo che, pero nadie me alcanza, éste que no deja de gruñir, por ahi da el salto y me pasa cerca, esta rama tiembla, no vaya a quebrarse justo ahora que está alerta como sabiendo que le ando aflojando, si no es tonto el animal che, bien lleguen los caballos voy a regar de sangre el llano porque éste ya me está poniendo malo con eso que no amaina, se me viene de nuevo, la rama no se mueve, no la rama no, se me mueve el llano y el cielo entero y parece que voy a caer pero me caigo para arriba o adelante, no abajo, porque el abajo se me vuelca y lo veo de repente al tigre arriba y yo aquí abajo pero sigo en la rama, lo que cambia es el lugar del suelo y del cielo, entre cielo y suelo estoy yo, entre suelo y cielo está el tigre, pero más allá, más del lado del suelo, y yo más aquí del lado del cielo que está azul y encharcado de este sol furioso que por ahi me castiga justo en la cara, la calor que me transpira me pica la frente, no poder pasar la mano, si suelto el tronco me voy al carajo y éste me despedaza entero, me ajustan las botas, tengo los pies hinchados como quirquinchos, no quiero morir ahora, no morir en las garras de este tigre maldito, no he nacido para morir así pues en batalla pase o asesinado por un traidor pero en mi ley, morir con este tigre es para que nadie se acuerde del coraje de uno, los que mueren bajo un tigre son unos pobres diablos que no dejan memoria pero este hijo una gran puta me va a morir, me va a morir, me va a morir, lo estoy sabiendo me va a morir, lo estoy sabiendo, este miedo que me anda cuerpeando, será que uno ya lo tiene por descontado que el tigre me va a morir, es un presentir que me tiene agarrado de las verijas, ya me tiene casi rendido pero no, que me baje a dentelladas y zarpazos pero no entregarme, resistir hasta el último, tienen que llegar los caballos, me va a morir a manotazos, me va a morir, esta cosa que me da de que me encuentren osamenta como Ramírez encaranchado y seco, porque este me va a morir pero aflojarle no, nunca, si González y Santos llegaran ahorita lo destriparía regando el llano de sangre hermosa y caliente, no sé porque se me hace linda la sangre de tigre como si fuera un color más claro, claro y manchado como la piel, chanfaina calentita porque a éste ya le ha de hervir la sangre de tanta furia metida entre los dientes, que habian sido grandes che, yo ya no sé si me caliento más con esta fiera o con Santos y González, par de idiotas adónde han ido a buscar caballos, si robar caballos es fácil hombre, por qué no me he ido con ellos, enseñar a éstos inútiles a robar caballos, también qué pelotudo un gaucho no se manda al llano así nomás sin caballo que aquí te da vuelta la distancia y te hace presa de cualquiera, como este tigre enfurecido que me va a morir, lo estoy sabiendo, me va a morir, me va a morir, será que tener miedo es pensar esto, pensar así con esa infernal certeza que uno se va a morir, que el tigre me va a morir antes que lleguen los caballos, pero yo no muero bajo la zarpa de nadie, no me muero, no me muero, maula, las ganas de clavarte mi cuchillo, sentir el cuero duro en la lisura de la hoja de acero y la sangre a borbotones, las ganas de hincarte hasta verte jadear y arrepentirte de seguirme, robar caballos es fácil qué joder, fácil, quién me manda confiar en estos dos, si yo iba ya estábamos encabalgados cruzando el llano y este tigre ni se hubiera arrimado ni estaría así hecho el malo, ya lo tendría enlazado del cogote y Santos le hubiera agarrado de las ancas traseras, lo tendríamos estirado por todos lados y ahí le hinco la hoja en el cuero duro y miro la sangre derramada por el llano como una alfombra de esas rojas de las casas de Buenos Aires, ese crujido que lo parió, se quiebra, se quiebra, se me quiebra la rama, la rama, el suelo está más cerca, el suelo cerca, el tigre más cerca y otra vez se me viene encima, desgraciado la garra ahí nomás de mi espalda, ahí la siento, casi me toca, si éste me está peinando, la muerte me está peinando, si es un viento aquí detrás, viento de la muerte, muerte con tigre, qué iba a pensar uno que la muerte se le iba a venir encima montada en esta bestia overa, me hubiera imaginado otra cosa, otra muerte, una más de mi tamaño qué sé yo pero no así, esta muerte tan mezquina, cómo morir así justamente yo gaucho temido, tan mentado en todo el llano, tengo que hacer algo para salvarme, tengo que esquivar esta muerte que no es mía, no señor mis pies en este llano me llevan a otro lado, un error un descuido me acorralan en este árbol perdido, tengo que librarme como sea, si por lo menos tuviera un par de boleadoras lo tendría entreverado en la maleza quietito para clavarle un cuchillazo, pero cómo me mando así tan desarmado y sin caballo, si es para tentar la muerte que anda siempre por aquí rondando y si no me salvo qué... no puede ser, no puedo acabar aquí, me va a morir, me va a morir, morir en garras de éste debe ser como un calor que se te hunde en la carne y te desgarra y te quema hasta el hueso y no debes morir así nomás de repente, debe ser que el calor de esas garras te va calando por dentro como un túnel mortal en la carne temblorosa hasta que te agarra el corazón y de repente te haces alma, almita suelta sin carne y sin tigre, pero no no entregarme, estoy hecho un cagón qué carajos me pasa y si me caigo le doy pelea qué mierda, tengo todavía mi cuchillo aquí afirmado en la espalda y el poncho para cubrirme de la garra, este poncho traído del norte yo sabía que me iba hacer falta pese el calor, le doy pelea qué mierda, este cuchillo ha matado cristianos más bravos que este mishy retobado, pero me va a morir, me va a morir, le doy pelea igual, lo mato bien muerto, pero me va a morir, me va a morir, le hundo mi cuchillo en la garganta, me va a morir, esto es tener miedo, saber que me va a morir, caray que habia sido fiero, quién iba decir cosa de cagón che, es que estoy tan embretado aquí, no, no es tener miedo, es saber que la suerte está echada en este arbusto que en cualquier momento se me quiebra y abajo el tigre que no quiere abandonar, que no se resigna a perder presa, mi chance es mezquina para qué hacerme ilusión, si no llegan los otros para darme una mano me van a encontrar hecho pedazos, cosa de no creer, uno se larga al campo sin imaginar meterse en esta trampa y ahora qué hacer ahora con esta muerte que está aquí bien determinada y no estaba en el plan de nadie, yo sé que muchos tienen bien pensado un plan para matarme pero estoy seguro que a nadie se le ha cruzado por la cabeza esta manera de morirme, cómo me va a pasar a mí si yo tengo otra muerte esperando, estoy seguro, seguro hay otra muerte para mi, pero de repente se me ha adelantado ésta y cómo esquivarla aquí solo y desarmado, bueno no rendirse che, que puedo, puedo matarlo, cómo no, derramar la sangre, verlo moribundo y jadeante, pero me va a morir, me va a morir, es tan difícil pensar, pero qué es eso allá, allá, allá se viene algo, ojalá sean, ojalá sean ellos, tienen que ser ellos, por Dios, si no quién, allá, allá, allá, allá, allá, allá, el polvo, la tierra, allá, la polvareda, los caballos, allá, sí, los caballos, los caballos, allá, sí, son ellos al fin, Santos y González con los caballos, al fin, la rama, la rama tiene que aguantar, algarrobo tiene que aguantar, Santo Dios que no se quiebre, Santos y Dios porque depende más de este hombre que de Dios que no se quiebre, que no se quiebre, hasta que no estén aquí abajo con los caballos, Santos y González, es el fin, che Santos con el lazo, pero están lejos todavía para escucharme, no importa, che Santos con el lazo, con el lazo, es el fin, che Santos con el lazo, el lazo te digo, pero sí, hombre, me tiene arrinconado hace horas, dale que me caigo, con el lazo, ahora, ahora te degüello, te reviento tigre y maula, te voy a destripar, te voy a hacer chuñar tu sangre, ahora vas a ver quién es Facundo Quiroga, te vas a anoticiar del filo de este cuchillo, vas a saber de una vez por todas que al llano lo camina un solo tigre y ese soy yo.








miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA TRADICIÓN SEGÚN DI LULLO. TENSIONES QUE NOS DESGARRAN





Día de la tradición. No podemos dejar de recordar a don Orestes Di Lullo, ese santiagueño viajero dado a explorar las profundidades simbólicas de nuestro Santiago.
Hombre llevado por el viento, al decir de Gustavo Caro, su itinerancia se expande en el tiempo y en el espacio, en la tradición y en el entorno, en el destino y en la tierra, para recolectar y promover el sentido de un estar en Santiago desde un horizonte inabarcable.
¿Qué tradición, descubrir en Santiago? La tradición es tragedia expresada en una tensión bipolar. Regresión a los orígenes y progresión hacia un incierto horizonte. Sedimentación y apertura del sentido. Ocultación y descubrimiento. La tragedia de una tensión entre tierra y destino.
La tierra, la estratificación simbólica de la tierra, ejerce gravitación sobre los pueblos. Se enseñorea de ellos. Los somete y fagocita.
El paisaje es generador semántico de una poética exuberante. Se concreta como folklore a través de diversas prácticas rituales. Pero los hombres y los pueblos verán frustrada su instalación por esa corriente moderna que los arrastra fuera de si.
Viven la tierra desde la nostalgia del desarraigo. Nómades cautivos de caravanas interminables. Anhelantes soñadores con un regreso siempre postergado.
Di Lullo nos llama a pensar la dialéctica arraigo-desarraigo, tierra y destino que el santiagueño vive paradójica y conflictivamente.
El sentido que se instala entre los pueblos y su tierra, será nostalgia y tristeza por el efecto devastador de procesos históricos.
Y el santiagueño será para siempre un estar sin domicilio, una ausencia de paisaje extrañada de sí misma.

Recordemos sus palabras:

"... vivir en el paisaje santiagueño es entregarse a él, es dejar de ser, es ser del paisaje. Cada uno siente la inmensidad, la desnudez, el silencio suyo, ya no es uno, es el paisaje mismo que grita y se impone desde lo profundo del ser como una fuerza de la propia entraña."

La Razón del Folklore, pag. 16







lunes, 19 de julio de 2010

CONVERSACIONES INTEMPESTIVAS CONVERSACIÓN CON MANUEL J. CASTILLA . SINTIENDO LEJANÍAS

A treinta años de sus últimos versos.




Me sé quedar a veces lleno de lejanías.
Suele ser en agosto
Porque en agosto los ocasos son de un barro sangrante
Y uno camina dolorosamente
Como si fuera pisando las alas de su ángel de la guarda.

Manuel J. Castilla, Era lejos






¿Qué lejanías nos invaden en agosto? ¿de qué barro sangrante son los ocasos? ¿y qué hace nuestro ángel de la guarda que se deja pisar las alas? Pregunto casi como si no supiese que son metáforas, porque la frescura del lenguaje de Castilla nos hace creer que nos habla desde una palabra desnuda. El lenguaje nos sorprende en una metaforización dislocada e invisible. Porque estas palabras maravillosas nos hacen sentir, no ya a través de la metáfora como recurso, sino que instalan nuestro sentir en la metáfora misma, a punto que desdibujan la raya entre lo simbólico y lo literal. Los poemas de Manuel J. Castilla son de una belleza abrumadora, pero quizá el de este pasaje lo es más que otros. Porque su belleza casi no puede justificarse con argumentos, no admite análisis, es bello casi porque sí, porque deslumbra, porque te rodea y te invade. Acaso lo más elaborado que podríamos decir es que ha combinado imágenes asombrosas y esas imágenes nos remueven el alma. Los versos de Castilla se sienten casi sin pensar. Son una prueba de que la belleza tiene fuerza por sí misma, inclusive despojada del concepto. Quedarse lleno de lejanías no es otra cosa que "quedarse lleno de lejanías", y sólo desde esta lógica podemos comprender el poema. Cualquier otra palabra es entorpecer la magia. Es un sentido que se autoconstruye desde el decir poético mismo.

Manuel, tus palabras están concebidas de una sustancia intraducible, demoledora. Tu poesía es previa al acto de escribir, está en los ojos con que miras el mundo, en ese extraño diálogo con las cosas desde el cual acontece un lenguaje virginal que regocija de sí mismo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

“El pueblo quiere saber de qué se trata”. Bicentenario de un lugar común.



“El pueblo quiere saber de qué se trata…” , un enunciado colectivo, una expresión común, que desde nuestro mayo de mil ochocientos diez, atraviesa doscientos años de historia y nos visita una y otra vez como un viejo talismán que siempre vuelve. Simple y elocuente, transparente construcción verbal que heredamos, reiteramos y consagramos no solo en actos patrios sino en el mitin político, en la palestra de los medios, en el piquete, en el aula. Históricas palabras, se transmiten con la elocuencia de las grandes voces que, como grandes, a la vez que dicen, callan; a la vez que muestran, esconden. Esconden y callan las vivencias de disociación de un pueblo escindido, como también esconden y callan la legítima voluntad ciudadana de saber, conocer, entender y participar, de un sujeto postergado.

El pueblo quiere saber se ha instituido ya en el más monumental de los lugares comunes. Como todo lugar común, es un lugar en préstamo. Un sitio en el que nos dejamos pensar por los otros, porque hemos abdicado del esfuerzo de preguntar. Lugares comunes, frases hechas, clisés del discurso dominante, espacios de sentido en los que nos hallamos cómodos porque hay algo que está resuelto con eficacia y de antemano, desde un lugar que no es el nuestro. Nos ponen en la luz de un pensamiento claro, irrefutable, de ilusoria evidencia. Porque hay un campo de sentido que está ya siempre construido y apropiado por una recurrencia que instituye su validez. Y ese lugar nos deleita porque nos sentimos luminosos, brillantes, traspasados por el gran rayo de luz y de verdad de los cabildantes que tramaron el relato de la revolución.

Propongo no pensar en lo que esta expresión dice, propongo pensar en aquello que deja de decir. En esa dirección preguntamos ¿Qué pueblo es el que quiere y de qué saber se trata? ¿Cuál es el pueblo, sujeto de esta expresión? ¿A quién incluimos y a quien dejamos afuera cuando afirmamos que el pueblo quiere saber? ¿qué saber está aquí en juego? ¿En qué relato del gran pueblo argentino incluimos esta expresión?

El pueblo que quiere saber, ha sido siempre el lugar de los iluminados que se posicionan en el monopolio de la palabra y el saber, los vecinos acomodados e ilustres de la vieja Buenos Aires, los que en bastón y levita podían hablarle al Cabildo, el pueblo acartonado que, con el tiempo, dará lugar a una Nación Jurídico-formal, eternamente desbordada por ese otro pueblo que quiere saber y no puede. El pueblo que quiere saber en ese relato no son las multitudes silenciosas que fraguan la densidad de la historia.

Porque hay otro pueblo que también quiere saber. El que ha quedado enterrado debajo del barro de una plaza, el que no tenia paraguas y no estuvo frente al cabildo, porque hacía frío, y porque todavía tiene hambre, doscientos años después. Es el pueblo de las pobres provincias que supieron de la revolución cuando ya se había consumado, porque siempre llega tarde.

Es el no educable, que Sarmiento ponía en entredicho, el bárbaro, el indio, el hachero, el descamisado, el paria, el que va y viene de la historia arrastrado por un relato dominante que lo invoca y expulsa cuando quiere.

¿Qué saber quiere el pueblo? Y el saber querido por el pueblo, el de la plaza, desde mayo hasta el Bicentenario ¿no es acaso el saber del discurso único, que otorga y retira la palabra según propios y mezquinos intereses?

El saber que quiere el pueblo, si hablamos de ese otro pueblo de carne y hueso, que no estuvo en aquella histórica plaza ni lo está hoy en la plaza virtual de las pantallas, acaso sea ese saber plural, descentrado, abierto, multiforme, que circula en una multiplicidad de relatos. Relatos que no siempre llegan al lugar de La Palabra, que claman por un lugar en las escuelas y un minuto de aire en el cielo multimedial suprasensible. Es el saber de la vida y la cultura latiente, que circula en un ramal inabarcable y diverso de voces y murmullos. Un saber que nos abre a “ser en la diferencia”, como la palabra silenciosa en donde la Nación “no dicha” en los discursos hegemónicos, encuentre finalmente su lugar.

En este Bicentenario pensemos que “pueblo” y “saber” son lugares irresueltos en nuestra historia para seguir trabajando. Hay un cabildo que todavía sigue abierto.

jueves, 13 de mayo de 2010

SAMUEL BECKETT: A PUNTO DE SIGNIFICAR ALGO. "Final de Partida" en la UCSE



“En este lugar, en este momento,

la humanidad somos nosotros,

nos guste o no. Aprovechémoslo, antes

de que sea demasiado tarde.”

Beckett, Esperando a Godot




Borges relata una anécdota. En cierta oportunidad había asistido a una puesta en escena de Macbech. La puesta era mala, la traducción pésima, el vestuario decadente, nos dice decepcionado. Sin embargo, al finalizar la obra confiesa que inexplicablemente se sintió “deshecho de pasión trágica” y concluye: “Shakespeare se había abierto camino”.

Al tomar conocimiento que se iba a llevar a cabo en Santiago del Estero una puesta de Final de partida de Samuel Beckett, he pensado en los desafíos y riesgos que representaba un texto de semejante complejidad, un texto que exige mucho del elenco y su dirección, ya que se trata de una propuesta que colisiona con el sentido común y con las expectativas acostumbradas frente a una obra de teatro, que transgrede mucho las tradiciones dramáticas que estamos acostumbrados a presenciar.

Con el recuerdo de la anécdota de Borges he entendido que de cualquier modo valía la pena ver la obra, ya que bien podría Beckett abrirse paso, entre las ruinas de una puesta en escena poco feliz.

El desafío era asumido por el grupo de teatro independiente Mareaje en el marco de las actividades culturales por la celebración del cincuenta aniversario de la UCSE, el sábado ocho de mayo.

Felizmente sorprendido, tengo que admitir que no he necesitado el consuelo de Borges. La puesta en escena ha resultado de una fuerza extraordinaria, se ofreció un Beckett aplastante, desgarrador, angustioso y gigante. Un trabajo actoral exhaustivo, de una base extraordinariamente lograda, tal vez desparejo, con un descomunal Hamm que fragmentaba los silencios con una voz de estremecedoras reminiscencias oníricas. La escenografía, acorde, discreta, mínima, como debe en este caso serlo. Un reloj a velocidad descontrolada, desvanecía el tiempo cósmico en el devenir del habla, en un precipitado flujo de significantes. Los irremplazables tachos, la silla con ruedas y las insinuantes ventanas abiertas a la anchura inalcanzable del mundo, han sido el marco necesario para que tuviera lugar la atmósfera indigente y sombría que rodea la “acción”.

Nos llevaron - a nosotros, el público- hasta ese punto sin retorno al que lleva Beckett, a esa cornisa del sin sentido, nos dejaron ahí y ahí nos interpelaron, con esa exclamación-pregunta que resuena como un martillazo en nuestro fragmentario entendimiento “¡ estamos a punto… estamos a punto de significar algo!”, con un tartamuedeo que evoca el balanceo pendular de un cuerpo en la cornisa frente a la fosa del vacío. La pregunta queda en suspenso como un significante hueco que se mece en nuestras precarias certezas. Ese es quizá el lugar penumbroso al que el texto y su representación nos llevan: un “a punto de” que no se resuelve, que no se puede resolver sino en la perplejidad de un espectador atónito frente al vacío, frente a ese hiato que se abre entre el lenguaje y el ser. Un “a punto de” que desespera. Un significante que queda ahí colgado del silencio, para que el espectador lo piense desde las ruinas de un sentido literal y unívoco. El texto nos llama a la construcción, pero a una construcción precaria, inconclusa, siempre desfondada. No hay en la obra de Samuel Beckett –como no lo hay en ninguna obra bien lograda- un “querer decir” en el que se cierra el texto. Lo que hay es un llamado a “dejarnos decir”, ser atravesados por la obra. Se trata de una cadena significante que no está vinculada necesariamente a una construcción previa de sentido, pero que tampoco navega en la ciénaga de lo arbitrario y lo gratuito. Acaso en ese trabajoso equilibrio está “el punto” del significar.

No es este el lugar de ensayar aquí una “lectura” de Beckett. Solamente queríamos dejar en claro algunos logros de esta realización.

Si como quiere Gadamer la interpretación es un juego creativo de apertura de posibilidades que promueve la obra, esta propuesta supo desarrollar lo mejor que nos ofrece Beckett, desde este lugar, en estas condiciones y para este público.

La obra se presentará en La Plata en este sábado 17 en el Festival Nacional de Teatro. Más allá de expresar los mejores augurios para este evento, es bueno valorar antes la altura de esta propuesta.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LOS LENGUAJES DE LA MEMORIA



A esta altura hay cosas que ya deberían estar fuera de discusión. Sin embargo, cada vez son más las voces que proclaman el olvido en aras de una conciliación nacional.
Habría que tener más cuidado en estos tiempos que corren. El uso del lenguaje desde algunos sectores que avalan la impunidad es una trampa. El humor social anti-kichnerista, sumado a las políticas en Derechos Humanos ligadas al actual gobierno, son una perfecta tentación para los sectores conservadores de tirar al tacho mucho de lo que se ha ganado en materia de conciencia en estas dos últimas décadas.

Hay discursos que ponen a rodar palabras que deberíamos pensar bien antes de decirlas. Están ahí, en los espacios hegemónicos de los medios opositores. Me refiero a las palabras Perdón, olvido, amnistía, presos políticos, conciliación, que algunos ahora proponen para un país que “incluya a todos."
Eduardo Duhalde y su Argentina para todos, con un escalofriante alegato del olvido y la propuesta de un plebiscito para el cese de los juicios; Cecilia Pando y sus “víctimas” del terrorismo; Mauricio Macri y su propuesta de hundirnos en las aguas del Leteo, en un mirar para adelante sin retrovisor; son algunas de las voces que dan asilo a estas palabras.

Discursos políticos, blogs, columnas en diarios, documentos eclesiales, con toda liviandad apelan a estos lugares como una solución mágica para “cerrar heridas“.
Propongo reflexionar en torno a estas palabras que vuelven al discurso con pretensiones de legitimidad.

La palabra perdón es la que menor análisis resiste. ¿Cuándo y quien puede perdonar un crimen, cuyos verdugos se ufanan en que volverían a cometerlo?

Dice Ricoeur que el perdón no es algo debido, sino que debe ser pedido, y qué sólo las víctimas pueden concederlo.

Dos anotaciones. Nadie ha pedido perdón, hasta ahora que sepamos. Y quienes pueden concederlo no están entre nosotros. Ambos datos lo clausuran como posibilidad.

El olvido es la contra cara de un perdón imposible. A falta de lo uno, venga lo otro. El olvido está reñido con el “nunca más“ fundacional de esta democracia; implica una dolorosa renuncia a lo que trabajosamente hemos logrado en casi ya tres décadas como sociedad ¿Cuál es el camino que propone el olvido? El olvido propone volver a las huellas de la impunidad, a pesar de que la justicia ha fallado una y otra vez sobre el crimen. Es el camino de la ceguera y la convalidación del delito.

El nombre político-jurídico del olvido es amnistía. Es el olvido institucionalizado. Una consigna pensada desde una pretendida ética de la responsabilidad, que carece de una cabal valoración de las consecuencias. Se basa en la creencia de que el dejar sin efecto el castigo a los culpables crearía las condiciones para la unión nacional. No es políticamente correcta, pero si efectiva, dirán algunos desde un conservador pragmatismo. Aun desde una racionalidad estratégica nos preguntamos ¿Qué pasaría entonces con las víctimas y los familares de las victimas? ¿Quedarían “conciliados” unilateralmente? ¿Quién conciliaría después la diáspora en que hundiríamos a estos argentinos, que siempre y en todo momento han utilizado como único medio la justicia institucionalizada, para canalizar su indignación? ¿Qué conciliación es posible sobre la base del despojo a las Instituciones?

Presos políticos es una de las palabras que encubre un peligrosamente engaño. Quiere disfrazar políticamente lo aberrante. Porque implica una alteración en el juicio sobre los hechos. Los presos por los crímenes de la dictadura no son de carácter “político.” Los crímenes de lesa humanidad son un hecho constatado e indiscutible, que reclama justicia. Son presos comunes, juzgados por la justicia, por homicidios y torturas. Estos “presos políticos” han asesinado a compatriotas de este mismo suelo, no a extraterrestres invasores en una “guerra sucia“.
Por último, está la palabra conciliación. Se apuesta a sus falsas resonancias mediadoras-pacificadoras. ¿Es posible la conciliación sobre la base del olvido y la impunidad?. ¿Es posible la conciliación cuando una parte de esta sociedad todavía sufre los daños infrigidos, cuando aun siguen apareciendo los hijos del crimen?. La conciliación solo puede sobrevenir cuando se ha elaborado el duelo. Y todo duelo se elabora a partir de la verdad.

Por eso, en este día de reflexión sobre nuestro pasado y presente, habría redoblar los votos por la memoria, la verdad y la justicia, como el único camino para una conciliación con nuestro pasado. Un camino trabajoso, lento, a largo plazo. Aquí no hay soluciones mágicas, mal que les pese a los profetas del olvido. La búsqueda de una memoria reconciliada solo es posible a partir de la verdad.

Memoria, verdad y justicia, deberían ser estandartes no discutidos en el debate político, un lenguaje que esté en la base de toda argumentación, un piso a partir del cual se construyen las diferencias y las opciones. Es el camino que los hombres y mujeres de este suelo hemos elegido, como valores fundantes de nuestra democracia. Es necesario, entonces, desenmascarar los lenguajes que los traicionan en una retórica cada vez más contaminada.

jueves, 4 de marzo de 2010

HACIA UN TOTALITARISMO PARLAMENTARIO




Un camino peligroso. Una escalada que viene desde aquella ciento veinticinco y remonta alturas siderales con las elecciones legislativas del año pasado. El resultado de las elecciones del 28 de junio, sumado a la composición de las comisiones de las cámaras, más el creciente odio anti-K -capaz de aceptar cualquier cosa en contra del "matrimonio gobernante"- sobre las espaldadas de iluminados legisladores, resultan ser un cóctel explosivo.
El conglomerado llamado "la oposición" - ese tren fantasma multicolor en el que conviven blancos, pardos y tornasolados- ha decidido avanzar hacia los pasillos mismos de la Rosada. Las maniobras políticas ensayadas en las últimas horas no sólo ponen en riesgo la gobernabilidad, cuestión que ya desde la ciento veinticinco viene amenazada, sino que se ha arrogado atribuciones que son propias de la esfera del poder ejecutivo. Se pretende que éste último no abra puerta sin permiso del congreso, en el marco de una constitución de cuño presidencialista como la nuestra.
De la mano de la judicialización de la política y la parlamentarización de la gestión, diputados y senadores pretenden inmovilizar al poder ejecutivo, tenerlo en la mira, desactivar su caudal de gestión, siempre imprevisible, siempre menos pensado. Saben que no es un gobierno fácil; saben que cuando parece letalmente inmovilizado, sigue generando políticas y amenaza con recuperar "imagen", ese blanco tan castigado por medios y discursos de todos los tonos.
Probablemente más de la mitad de los argentinos (aquellos que han sido suelo fértil para la semilla del odio político), apoya y auspicia estas maniobras, con un ánimo abonado de venganza.
Se alimentan expectativas de ver rodar cabezas en el polvo -"habría que decapitar al gobierno", ha dicho alguna vez Biolcati-.
De someter y de humillar la voluntad política - "hay poner al gobierno contra las cuerdas", ha dicho De Angelis esta semana-.
De desenterrar dinosaurios -"tenemos que parir un gobierno para todos los argentinos; para el que quiere a Videla y para el que no quiere a Videla", se desborda Duhalde.
En fin, los ejemplo sobran. Lo que no sobra es la prudencia -"también a nosotros se nos va la mano", reconoce Chiche.
Y si lo que no sobre es prudencia, hay que reconocer que estamos en una juego peligroso.
Los paladines de la "República" han decidido ampliar arbitrariamente las atribuciones del parlamento, lo cual no es menos peligroso que la situación inversa, incesantemente denunciada por el purismo institucionalista que tiñe sus discursos. No se trata ni siquiera de la tan mentada "maquina de impedir", que otros tiempos hostigaba a gobiernos de dudosa iniciativa. Se trata de la voracidad por destronar al oponente, de detonar el desmoronamiento de la gestión.
Dos objetivos claros se vislumbran en el monolito opositor: llevar al gobierno a defaultear y la reinstauración de los perversos planes de ajuste, como única salida de una crisis construida en el vacío. Y lo que está en juego en estas maniobras que quede claro que no son sólo las instituciones políticas. Lo que aquí está en juego es el bienestar de los ciudadanos, por la asfixia financiera que se quiere propinar. Bienestar que parece que nos hemos olvidado que lo podemos perder.
Lo que estamos presenciando en estas horas de debate y retórica es el camino a la instauración de un "Totalitarismo Parlamentario".
¿Qué señales dan cuenta del advenimiento de esta nueva configuración política? ¿Qué signos de los tiempos vaticinan la proximidad de ese dispositivo? Algunos signos a pensar:
  1. Un conglomerado opositor que no comparte un solo proyecto, más que el el desenfrenado afan de ver una gestión malograda y un gobierno caído por su propios fracasos, para que no se hable de "destitución".
  2. La concentración forzada del poder en una sola Institución republicana: el Congreso.
  3. Un parlamento que quiere decidir si se paga o no la deuda y si le gusta o no la cara de la presidenta del Banco Central (inteligente y elegante, para la exacerbación del machismo argentino, ese mismo que no termina de digerir a una presidente mujer). El Poder Legislativo montado sobre la esfera del Ejecutivo.
  4. Una oposición que ha tomado por asalto las comisiones del Congreso, con el patoterismo de los números.
  5. Argumentos parlamentarios cuya fuerza resulta de la apelación a una mayoría construida en alianzas trasnochadas, y de la discusión de las formas, antes que la discusión sobre las cuestiones de fondo, y la aceptación del argumento más razonable.
  6. Legisladores que realizan visitas diplomáticas paralelas, mientras el poder ejecutivo firma decretos en contra de la explotación petrolera en el atlántico sur.
Señales todas que dan cuenta de una configuración parlamentaria de carácter invasivo, prepotente, totalitario, ¿Reglas de juego de la democracia? No resulta razonable. Es más que eso. Es el engendro al interior de las Instituciones de la República del propio germen destructor.
Lo dijo Antonio Cafiero, acaso sin quererlo, ante un medio del grupo más reaccionario: Las reglas de la democracia nos imponen el respeto a la autoridad legitima y una acción política opositora que bien puede ser insufriblemente crítica, pero que jamás condicione la gobernabilidad. El no cumplimiento de estas premisas, no puede entenderse en otros términos que deslealtad y, aun más que eso, acción destituyente. Sin eufemismos.