jueves, 20 de febrero de 2014

LOS OFICIOS DEL FUEGO





A la memoria de mi amigo Felipe Rojas
que conserva por siempre su lugar en mi mesa


Con ocasión del post publicado días atrás acerca del costo del asado, he recibido un caudal  de voces, en acuerdo unas, en desacuerdo otras, que me llevan a una reflexión. 

Porque resulta que para algunos yo estaba desenmascarando la mala fe de medios bandoleros. Para otros, yo mismo estaba falseando datos, porque no creen que un asado cueste ciento cuarenta y dos pesos.  Lo cierto es que sin quererlo he puesto el dedo en la llaga. Quizás debí haber preservado el fondo mítico de esta costumbre tan nuestra,  no dejarme llevar por la lógica decadente de rotativas belicosas. Porque en nuestro suelo simbólico-lingüístico un asado no tiene precio. Un asado no es una comida más, ni es parte de ninguna canasta. 

Un asado es una ceremonia. 

Con sus oficios, sus ritos y sus abalorios. ¿Cuánto vale esa ceremonia? ¿cien?, ¿trescientos? Qué más da. Nadie puede -nadie debe- asustarnos con eso. El juego perverso ha sido poner un precio perturbador a algo que no lo tiene. Producir desasosiego. Nadie puede frustrarnos el alma con la amenaza de que ya no está al alcance de nuestro bolsillo.  No hay derecho. Una ceremonia está antes y más allá de la inflación, el precio del dólar y los feroces juegos de los discursos opositores. Una ceremonia es un oficio previo a cualquier debate.

El fuego que chisporrotea, la primera copa que apura el asador, cuando aún rechina la carne en la parrilla; el calor de los amigos, el brindis, la conversada sobremesa; el truco que al final asoma o los acordes compartidos de una guitarra. Y también la discusión política ¿por qué no? Nunca faltan las pasiones encendidas cuando ya se han descorchado algunas botellas. Pero todo en el marco de un rito en el que se propicia la cercanía, el contacto de los cuerpos, la sintonía de los ánimos, el estar juntos en un mismo fuego.  Hay un fondo dionisíaco en todo esto. El rito es soberano. Todo lo que pasa está dado de antemano en sus oficios. 

Ahí están los amigos, la familia o los compañeros de sueños. Ciento cuarenta y dos pesos no es un precio: es una elección.  

viernes, 7 de febrero de 2014

EL COSTO DEL ASADO Y EL TERRORISMO DE ALGUNOS MEDIOS






Un dato sospechoso

En el diario El Liberal de  la fecha de ayer, seis de febrero, se publica una nota bajo el título "Una familia tipo necesita 266 pesos para poder comer el tradicional asado", de la página 8.
Me han llamado la atención los valores sugeridos. Cuando menos eran sospechosos.
Con mi hijo, Rafa, nos propusimos hacer la prueba de cotejar un asado hecho por nosotros mismos con esos valores.
Lo primero que hay que decir es que las cantidades sugeridas en la nota no son para un asado de una familia tipo -cuatro personas, según la misma fuente-, sino para casi el doble, lo cual obviamente incrementa el costo final.
En segundo lugar, el detalle de los costos de cada producto nos habla de primerísimas marcas y lugares de preferencia, carnicerías-boutiques.


La experiencia

El resultado de nuestra prueba ha sido el siguiente:
Fuimos a los lugares habituales de nuestras compras diarias. Primero a nuestros amigos de la carnicería Solís - ubicada en Solís esquina santa fe-  y conseguimos "filet", uno de los cortes más selectos y costosos, a 42 pesos el kilo.  (No es un dato de excepción. Tenemos  registrados cinco o seis locales de esta ciudad a un precio similar).  Compramos 1 kilo y medio de ese corte y medio kilo de chorizo tipo Italiano por setenta y cinco pesos. Nuestra opción por el corte ha sido una cuestión de preferencia. En el mismo local es posible comprar tres kilos de cortes clásicos para asado por el mismo precio. Luego fuimos a la frutería de la avenida Belgrano antes del arco y compramos la verdura para acompañar: tomate, lechuga, pimiento, cebolla y carbón por treinta pesos. En el súper que se encuentra en las inmediaciones, compramos la gaseosa cola de bajas calorías, primera marca, por trece pesos y un vino tres cuartos, calidad media, por dieciséis. El pan lo compramos en la panadería de nuestro amigo Héctor Santillán a ocho pesos el medio kilo.

Detalle de costos:
Carnes: setenta y cinco pesos
Verduras: veinte pesos
Carbón: diez pesos
Gaseosa: trece pesos
Vino: dieciséis pesos
Pan: ocho pesos
TOTAL: ciento cuarenta y dos pesos (casi la mitad de los valores informados por el matutino).


Pasando en limpio

Quisimos poner a prueba lo que hay entre líneas en esos informes que parecen tan rigurosos. Salta a la vista que algunos medios se ufanan sembrando terror en una sociedad, ya de por sí bastante sensibilizada con los precios. Se trata de una práctica literalmente terrorista, en el sentido de estar inspiradas en la finalidad de producir un efecto en el comportamiento de los ciudadanos en base a la suscitación del miedo. Alentar el pánico es una grave falta de responsabilidad social que puede llevar a consecuencias catastróficas. El pánico nos aleja de la prudencia. Si se cruza constantemente fuego sobre los precios y los ánimos de la gente, es previsible que las cosas suban más y esta economía se vuelva irrespirable. Noticias como estas son las que calan a fondo el humor social y producen un efecto de psicosis que retroalimenta la escalada inflacionaria. Pareciera ser que algunos sectores se contentan con la primicia del caos. Pareciera ser que algunos no solo esperan el apocalipsis, sino que además lo promueven, lo alientan, lo construyen.
No dejarse engañar. Hay una inflación real y una inflación construida entre discursos. La inflación construida suele revertir sobre la real, que va por detrás. Todo depende de cuánto crédito demos a aquellos discursos.
Está demostrado: es posible un asado para cuatro personas por ciento cuarenta y dos pesos.
Por cierto, el queso y el jamón de la foto es un opcional por algo menos de treinta pesos para quienes quieren un toque de distinción en su mesa.

Están invitados. Finca La Clementina, Villa Zanjón.