jueves, 10 de diciembre de 2015

"1958, Estación Gombrowicz". Cap I, "El espectro", fragmento 1-2


1



Quién sos, polaco arrogante y la puta madre… Fantasma trans-atlántico, sombra que vuelve de la sombra… ¿Quién sos, al fin y al cabo? Alma que perdura en las palabras de otras almas, silencio caníbal que disipa voces y posterga olvidos… ¿Quién sos, para aparecer así, intempestivo y ubicuo, entre las páginas de un libro prorrogado, sospechoso, último, un libro que –para colmo– invoca la impiedad del tiempo? 
¿Por qué vuelves, cuando ya nadie te llama? ¿Persistes en quedarte en este lejano suelo, cuando ya nadie te nombra, cuando esta ciudad ha borrado para siempre los días de aquel invierno de vientos cálidos y de hojas en el aire?
Son más de cincuenta años. Medio siglo. La ciudad ha cambiado. Sus calles se han vuelto al fragor y la luz de rutinas perturbadas. Sus arboledas han muerto de pie. Sus casas se han alzado en modernas atalayas. El flujo del universo ha cambiado aguas hasta llevarse para siempre los rastros de tu sombra. Han muerto los hombres que habitaban aquel sueño y hemos llegado otros que nada sabemos de un lejano invierno. Ni de tus pasos en la plaza. Ni del eco de tu voz en los silencios santiagueños. 
Tu sombra ha vuelto hoy. Como el reflujo de una pasada tormenta. Y traes en tu regreso un murmullo de voces enterradas. 






2



No podía ser de otro modo. Morir, para vos, era un hecho estético. La muerte te habría alcanzado cuando los hombres dejaban sus huellas en la luna. Mes de julio del sesenta y nueve. A once años de tus días en Santiago. La humanidad pisaba el blanco desierto y te arrastraba al páramo de los muertos.
¿Será que te has ido no más, por única vez enamorado de ese valle sin sombras? ¿Blanco, como este blanco Llano del Estero? ¿Será que esta luna santiagueña te ha llamado desde sus párpados nubosos, como nos llama cuando nos damos a la lejanía y al éxodo? Pero vuelves. Vuelves a esta capital de oscuras soledades. Como si te hubieses olvidado algo. Como si te hubiera quedado pendiente una pregunta. O como el que recuerda que debía decir adiós y se vuelve de la esquina. 

Vete, Gombrowicz. Aquí nadie te extraña. 




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