sábado, 13 de noviembre de 2010

EL NOMBRE DEL TIGRE (Mención en el IV Concurso de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares” – Municipalidad de Los Flores, Buenos Aires)


“También a él le llamaron Tigre de los Llanos y no le sentaba mal esta denominación...”

Sarmiento, Facundo, Cap. V.

...´ta que lo parió el sol, en esta rama sin hojas y no poderme ladear para esquivarlo, pero este hijo una gran puta no me va agarrar así nomás, no, si no me ha agarrado abajo no me agarra, la travesía larga y a pie, con el sol alto y la calor y las botas que me ajustan los juanetes y los pies ampollados desde San Luis, cuántas leguas para agarrarme bien blandito y cansado pero en este árbol me la aguanto hasta que González y Santos se me vengan con los caballos, qué carajo se demoran tanto, arriba de un zaino ya lo tendría bien sujeto al lazo para destriparlo como gallina, ahora hay que aguantar media hora, más, capaz que una hora, quién sabe, el tiempo se me hace añicos, no sé si va un rato apenas o la tarde entera en este esperar con la muerte aquí abajo en las garras de esta bestia, pero tienen que llegar carajo, no pueden demorar así para traerse unos caballos, la cosa es que aquí ya me están doliendo los brazos y las piernas, me tiembla todo de estar aquí prendido como gato, este árbol que se mueve para todos lados y el uturungo habia sido insistidor che, para colmo un tamaño, si parece caballo, un largor como tres metros, por ahi se da la vuelta y se me vuelve al acecho y huele ese olor a gaucho transpirado que ya lo tiene metido en el hocico, porque se ve que este anda cebado de carne dulce de cristiano y se le da por acechar a los que caminan la travesía como yo, igual que Juan Ramírez emparentado con mi compadre de Chilecito, días en el llano extraviado y nadie saber nada y el Juez de campaña madar cuadrillas a buscarlo, a la final lo han encontrado hecho osamenta en medio el campo rodeado de caranchos y gusanos, un bicherío de la gran siete, ni qué decir el olor y yo aquí, en este algarrobo tan bajo con un tigre que está hambriento de mi carne, las horas de camino desde el primer bramido, las botas ajustándome, tener que apurar el paso, el peso de la montura en hombros, un paso más y ya está rugiendo aquí atrás, tan cerquita que hasta siento sus pisadas en el pasto reseco, ni árbol donde subirse tener que tirar lejos la montura para despistarlo un poco, sacarme peso de encima, hasta aquí, colgado de esta rama movediza, la única a la vista que se me hace se va a quebrar, ya no aguanto las botas que me ajustan, el tigre me va a clavar esa garra del diablo pero Santos decía que aquí no más en la estancia están los caballos para birlar, enseguida te alcanzo che, pero nadie me alcanza, éste que no deja de gruñir, por ahi da el salto y me pasa cerca, esta rama tiembla, no vaya a quebrarse justo ahora que está alerta como sabiendo que le ando aflojando, si no es tonto el animal che, bien lleguen los caballos voy a regar de sangre el llano porque éste ya me está poniendo malo con eso que no amaina, se me viene de nuevo, la rama no se mueve, no la rama no, se me mueve el llano y el cielo entero y parece que voy a caer pero me caigo para arriba o adelante, no abajo, porque el abajo se me vuelca y lo veo de repente al tigre arriba y yo aquí abajo pero sigo en la rama, lo que cambia es el lugar del suelo y del cielo, entre cielo y suelo estoy yo, entre suelo y cielo está el tigre, pero más allá, más del lado del suelo, y yo más aquí del lado del cielo que está azul y encharcado de este sol furioso que por ahi me castiga justo en la cara, la calor que me transpira me pica la frente, no poder pasar la mano, si suelto el tronco me voy al carajo y éste me despedaza entero, me ajustan las botas, tengo los pies hinchados como quirquinchos, no quiero morir ahora, no morir en las garras de este tigre maldito, no he nacido para morir así pues en batalla pase o asesinado por un traidor pero en mi ley, morir con este tigre es para que nadie se acuerde del coraje de uno, los que mueren bajo un tigre son unos pobres diablos que no dejan memoria pero este hijo una gran puta me va a morir, me va a morir, me va a morir, lo estoy sabiendo me va a morir, lo estoy sabiendo, este miedo que me anda cuerpeando, será que uno ya lo tiene por descontado que el tigre me va a morir, es un presentir que me tiene agarrado de las verijas, ya me tiene casi rendido pero no, que me baje a dentelladas y zarpazos pero no entregarme, resistir hasta el último, tienen que llegar los caballos, me va a morir a manotazos, me va a morir, esta cosa que me da de que me encuentren osamenta como Ramírez encaranchado y seco, porque este me va a morir pero aflojarle no, nunca, si González y Santos llegaran ahorita lo destriparía regando el llano de sangre hermosa y caliente, no sé porque se me hace linda la sangre de tigre como si fuera un color más claro, claro y manchado como la piel, chanfaina calentita porque a éste ya le ha de hervir la sangre de tanta furia metida entre los dientes, que habian sido grandes che, yo ya no sé si me caliento más con esta fiera o con Santos y González, par de idiotas adónde han ido a buscar caballos, si robar caballos es fácil hombre, por qué no me he ido con ellos, enseñar a éstos inútiles a robar caballos, también qué pelotudo un gaucho no se manda al llano así nomás sin caballo que aquí te da vuelta la distancia y te hace presa de cualquiera, como este tigre enfurecido que me va a morir, lo estoy sabiendo, me va a morir, me va a morir, será que tener miedo es pensar esto, pensar así con esa infernal certeza que uno se va a morir, que el tigre me va a morir antes que lleguen los caballos, pero yo no muero bajo la zarpa de nadie, no me muero, no me muero, maula, las ganas de clavarte mi cuchillo, sentir el cuero duro en la lisura de la hoja de acero y la sangre a borbotones, las ganas de hincarte hasta verte jadear y arrepentirte de seguirme, robar caballos es fácil qué joder, fácil, quién me manda confiar en estos dos, si yo iba ya estábamos encabalgados cruzando el llano y este tigre ni se hubiera arrimado ni estaría así hecho el malo, ya lo tendría enlazado del cogote y Santos le hubiera agarrado de las ancas traseras, lo tendríamos estirado por todos lados y ahí le hinco la hoja en el cuero duro y miro la sangre derramada por el llano como una alfombra de esas rojas de las casas de Buenos Aires, ese crujido que lo parió, se quiebra, se quiebra, se me quiebra la rama, la rama, el suelo está más cerca, el suelo cerca, el tigre más cerca y otra vez se me viene encima, desgraciado la garra ahí nomás de mi espalda, ahí la siento, casi me toca, si éste me está peinando, la muerte me está peinando, si es un viento aquí detrás, viento de la muerte, muerte con tigre, qué iba a pensar uno que la muerte se le iba a venir encima montada en esta bestia overa, me hubiera imaginado otra cosa, otra muerte, una más de mi tamaño qué sé yo pero no así, esta muerte tan mezquina, cómo morir así justamente yo gaucho temido, tan mentado en todo el llano, tengo que hacer algo para salvarme, tengo que esquivar esta muerte que no es mía, no señor mis pies en este llano me llevan a otro lado, un error un descuido me acorralan en este árbol perdido, tengo que librarme como sea, si por lo menos tuviera un par de boleadoras lo tendría entreverado en la maleza quietito para clavarle un cuchillazo, pero cómo me mando así tan desarmado y sin caballo, si es para tentar la muerte que anda siempre por aquí rondando y si no me salvo qué... no puede ser, no puedo acabar aquí, me va a morir, me va a morir, morir en garras de éste debe ser como un calor que se te hunde en la carne y te desgarra y te quema hasta el hueso y no debes morir así nomás de repente, debe ser que el calor de esas garras te va calando por dentro como un túnel mortal en la carne temblorosa hasta que te agarra el corazón y de repente te haces alma, almita suelta sin carne y sin tigre, pero no no entregarme, estoy hecho un cagón qué carajos me pasa y si me caigo le doy pelea qué mierda, tengo todavía mi cuchillo aquí afirmado en la espalda y el poncho para cubrirme de la garra, este poncho traído del norte yo sabía que me iba hacer falta pese el calor, le doy pelea qué mierda, este cuchillo ha matado cristianos más bravos que este mishy retobado, pero me va a morir, me va a morir, le doy pelea igual, lo mato bien muerto, pero me va a morir, me va a morir, le hundo mi cuchillo en la garganta, me va a morir, esto es tener miedo, saber que me va a morir, caray que habia sido fiero, quién iba decir cosa de cagón che, es que estoy tan embretado aquí, no, no es tener miedo, es saber que la suerte está echada en este arbusto que en cualquier momento se me quiebra y abajo el tigre que no quiere abandonar, que no se resigna a perder presa, mi chance es mezquina para qué hacerme ilusión, si no llegan los otros para darme una mano me van a encontrar hecho pedazos, cosa de no creer, uno se larga al campo sin imaginar meterse en esta trampa y ahora qué hacer ahora con esta muerte que está aquí bien determinada y no estaba en el plan de nadie, yo sé que muchos tienen bien pensado un plan para matarme pero estoy seguro que a nadie se le ha cruzado por la cabeza esta manera de morirme, cómo me va a pasar a mí si yo tengo otra muerte esperando, estoy seguro, seguro hay otra muerte para mi, pero de repente se me ha adelantado ésta y cómo esquivarla aquí solo y desarmado, bueno no rendirse che, que puedo, puedo matarlo, cómo no, derramar la sangre, verlo moribundo y jadeante, pero me va a morir, me va a morir, es tan difícil pensar, pero qué es eso allá, allá, allá se viene algo, ojalá sean, ojalá sean ellos, tienen que ser ellos, por Dios, si no quién, allá, allá, allá, allá, allá, allá, el polvo, la tierra, allá, la polvareda, los caballos, allá, sí, los caballos, los caballos, allá, sí, son ellos al fin, Santos y González con los caballos, al fin, la rama, la rama tiene que aguantar, algarrobo tiene que aguantar, Santo Dios que no se quiebre, Santos y Dios porque depende más de este hombre que de Dios que no se quiebre, que no se quiebre, hasta que no estén aquí abajo con los caballos, Santos y González, es el fin, che Santos con el lazo, pero están lejos todavía para escucharme, no importa, che Santos con el lazo, con el lazo, es el fin, che Santos con el lazo, el lazo te digo, pero sí, hombre, me tiene arrinconado hace horas, dale que me caigo, con el lazo, ahora, ahora te degüello, te reviento tigre y maula, te voy a destripar, te voy a hacer chuñar tu sangre, ahora vas a ver quién es Facundo Quiroga, te vas a anoticiar del filo de este cuchillo, vas a saber de una vez por todas que al llano lo camina un solo tigre y ese soy yo.








miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA TRADICIÓN SEGÚN DI LULLO. TENSIONES QUE NOS DESGARRAN





Día de la tradición. No podemos dejar de recordar a don Orestes Di Lullo, ese santiagueño viajero dado a explorar las profundidades simbólicas de nuestro Santiago.
Hombre llevado por el viento, al decir de Gustavo Caro, su itinerancia se expande en el tiempo y en el espacio, en la tradición y en el entorno, en el destino y en la tierra, para recolectar y promover el sentido de un estar en Santiago desde un horizonte inabarcable.
¿Qué tradición, descubrir en Santiago? La tradición es tragedia expresada en una tensión bipolar. Regresión a los orígenes y progresión hacia un incierto horizonte. Sedimentación y apertura del sentido. Ocultación y descubrimiento. La tragedia de una tensión entre tierra y destino.
La tierra, la estratificación simbólica de la tierra, ejerce gravitación sobre los pueblos. Se enseñorea de ellos. Los somete y fagocita.
El paisaje es generador semántico de una poética exuberante. Se concreta como folklore a través de diversas prácticas rituales. Pero los hombres y los pueblos verán frustrada su instalación por esa corriente moderna que los arrastra fuera de si.
Viven la tierra desde la nostalgia del desarraigo. Nómades cautivos de caravanas interminables. Anhelantes soñadores con un regreso siempre postergado.
Di Lullo nos llama a pensar la dialéctica arraigo-desarraigo, tierra y destino que el santiagueño vive paradójica y conflictivamente.
El sentido que se instala entre los pueblos y su tierra, será nostalgia y tristeza por el efecto devastador de procesos históricos.
Y el santiagueño será para siempre un estar sin domicilio, una ausencia de paisaje extrañada de sí misma.

Recordemos sus palabras:

"... vivir en el paisaje santiagueño es entregarse a él, es dejar de ser, es ser del paisaje. Cada uno siente la inmensidad, la desnudez, el silencio suyo, ya no es uno, es el paisaje mismo que grita y se impone desde lo profundo del ser como una fuerza de la propia entraña."

La Razón del Folklore, pag. 16